jueves, 21 de marzo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 3

Sólo que la estrategia no parecía funcionar, así que se puso en pie y se dirigió al servicio. Quizá debiera seguirla y hablar con ella en privado, se dijo Paula. Aquella chica podía responder a sus preguntas acerca de todos aquellos detalles que tan nerviosa la ponían. Como, por ejemplo, si se esperaba que besara al caballero en la primera cita. Observó a su pareja y decidió que definitivamente no tenía ganas de besarlo. Julián maltrataba a otro camarero, aunque al menos eso lo distrajera de la estrategia del pie. Según parecía había un error en la carta. Su tono agresivo atraía cada vez más la atención de los vecinos, incluido el hombre sentado frente a la rubia, que la miraba con simpatía. ¡Hasta los extraños la compadecían! Entonces, dejándose llevar por un impulso, lo miró a los ojos y pronunció con los labios, sin voz, las palabras «Cita a ciegas». Y se encogió de hombros. El hombre frunció el ceño, pero instantes después sonrió. Y contestó del mismo modo: «Yo también». No le habría importado besar a aquel otro hombre. Tenía unos ojos azul oscuro preciosos, según parecía a esa distancia. Y la sonrisa era aún mejor. La rubia no tenía motivos para quejarse. Una vez resuelto el incidente con el camarero Julián pasó de nuevo al ataque y comenzó a escarbar en sus zapatos con los dedos de los pies. Paula volvió a cruzar las piernas y a recogerlas debajo de la silla, pero en lugar de captar la indirecta Julián pareció considerar simplemente que se hacía la dura, y comenzó a acariciarle la pantorrilla. Se maldijo por su falta de experiencia. ¿Era aquél uno más de los juegos habituales que se practicaban en la primera cita, o debía arrojar la servilleta y dejarlo plantado? No quería montar una escena, así que decidió probar con algo menos sutil.


-Perdona, pero, ¿Podrías dejar de darme patadas? No hay mucho sitio bajo esta mesa tan pequeña.


Por fin. Julián se quedó helado y retiró inmediatamente el pie. Pero también se puso serio. Y no volvió a decir una palabra. Paula trató de entablar conversación, pero él respondió reiteradamente con un frío y escueto «Sí» o «No». Hasta que ella se dió por vencida.  A la pareja de al lado tampoco le iba mucho mejor, aunque el hombre de ojos azules no parecía compartir la afición por las caricias con el pie de Julián. Se reclinaba en el respaldo y miraba a la rubia con cierto horror. Ella hacía globos con el chicle entre frase y frase. Hablaba en voz muy alta, y su tema de conversación favorito debía ser el cotilleo de los famosos. De pronto se puso en pie, pegó el chicle en el plato y corrió al baño. El señor Ojos Azules respiró aliviado y se restregó la cara con las dos manos. Alzó la vista en dirección a Paula, y ambos suspiraron al unísono. Julián comenzó a llamar a gritos al camarero, así que ella se puso en pie.


-Voy a... Enseguida vuelvo -explicó haciendo un gesto hacia el baño. Permanecería encerrada allí hasta que cesaran los gritos, decidió Paula.


-¡Cariño... Lo siento! Lo siento tanto...


Paula se sobresaltó. El desconocido de ojos azules se dirigía a ella, ponía una mano sobre su hombro. Su tono de voz era de arrepentimiento. Dos locos en una sola noche. De pronto él le guiñó un ojo.


-¿Podrás perdonarme? -siguió rogando él con ojos suplicantes y cierto humor.


Ciertamente sus ojos eran azules, observó Paula vagamente antes de que él la distrajera con un beso en el dorso de la mano.


-Te he echado mucho de menos, cariño -añadió él en voz alta para que Julián lo oyera-. Me estaba volviendo loco. Al verte otra vez he comprendido que fue un error romper contigo.


Paula vaciló. ¿Qué hacer? Desvió la vista hacia el señor Pie Atrevido y se decidió. Era preferible lo malo desconocido que lo malo conocido.


-Yo también lo siento -contestó Lea arrojándose en brazos del extraño y reprimiendo la risa.


El desconocido la abrazó, y Paula sintió su aliento en el pelo. El asunto resultaba de lo más interesante, no era de extrañar que la gente se citara constantemente.


-¿Qué ocurre aquí? -exigió saber entonces Julián.


Paula se apartó del extraño y trató de esbozar un gesto de arrepentimiento y felicidad al mismo tiempo. Era fácil, escapar de las garras del señor Pie Audaz la hacía delirantemente feliz. Y el vino también ayudaba. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario