jueves, 21 de marzo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 1

Los niños eran una lata, decidió Paula mientras mecía al hijo de su amiga en el regazo. Una verdadera lata. Traerlos al mundo suponía horas de sufrimiento, y además eran escandalosos, sucios y agobiantes, y jamás te daban un respiro. Consumían la vida de sus padres sin dejarles tiempo ni energías para otra cosa, y después crecían y se convertían en adolescentes desagradecidos y problemáticos que, tras proporcionar años de mala vida a sus padres, abandonaban el nido sin molestarse jamás en llamar por teléfono o ir a visitarlos con sus hijos. Sí, eran una lata, pero, ¡Cuánto deseaba tener uno! Las lágrimas nublaron le  a vista impidiéndole ver al pequeño Milo de once meses. ¿Qué le ocurría? Sacó un pañuelo del bolso y se las enjugó fingiendo limpiar el plátano triturado de la nariz del niño.


-¿Va todo bien? -preguntó Romina mientras guardaba la compra.


-¿Y por qué no iba a ir todo bien? -contestó Paula nerviosa.


De pronto se sentía frágil, incapaz de contestar a las preguntas de su amiga. Romina la miró sorprendida.


-A veces Milo rechaza el plátano, y en ocasiones lo escupe todo -explicó Romina-. Simplemente me preguntaba si se estaba portando bien.


-Lo siento, no pretendía ser brusca. Sí, se lo está comiendo todo.


Bueno, era un modo de hablar. El niño tenía plátano en la cabeza, en la cara y en el pecho. Por no mencionar su propia camisa. Pero sí, parte del plátano debía haber pasado a su estómago. Aunque no un porcentaje muy alto. Otra pega más que añadir a las razones por las que no debía tener un niño.


-En realidad come mejor cuando se lo da un desconocido -añadió Romina-. Se distrae observándolo y tira menos la comida.


Paula le metió otra cucharada en la boca y observó cómo la mitad del contenido se le escurría por la barbilla. Milo aplastó el resto con el puño y lo pegó a la pared.


-Da mucho trabajo, ¿Verdad?


-Sí, no acabo nunca -confirmó Romina sonriendo y sentándose a su lado-. Pero más trabajo dará cuando camine. Aunque al menos ahora duerme toda la noche seguida, ¿te lo había dicho? La noche del sábado dormí siete horas sin interrupción, no podía creerlo cuando me desperté y ví qué hora era.


-Sí, ya me lo dijiste.


Romina la había llamado el sábado a las siete de la mañana para contárselo. Estaba feliz. Otra pega más: La falta de sueño. Sí, definitivamente estaba mejor sin niños. Por mucho que su reloj biológico se empeñara en lo contrario.


-Deja a Milo en la silla si quieres, así te mancharás menos -aconsejó Romina.


-No importa, me gusta tenerlo en brazos.


En realidad no quería soltarlo. Aquella tarde, al tomarlo en brazos, Paula había identificado por fin el agobiante sentimiento de vacío que la invadía últimamente. Quería tener un hijo. Lo necesitaba. Pero no tenía sentido. No estaba casada, ni siquiera tenía novio. Tenía un buen trabajo, satisfactorio aunque estresante, y ninguna razón para sentir un deseo como ése en aquel momento de su vida. Sin embargo así era. La naturaleza era clara, y la lógica no tenía nada que hacer frente a ella. Los años pasaban, y su cuerpo contaba uno a uno los óvulos que había desperdiciado. El anhelo era tan intenso que la asustaba. Y todo por culpa de su próximo cumpleaños, pensó suspirando. El fatídico día se acercaba. Pronto cumpliría treinta años, y además aquella semana hacía exactamente un año que había roto con Nicolás. Su príncipe encantado había resultado ser una rana. Había malgastado años junto a un hombre inadecuado, ¿Y qué había sacado en claro? Una profunda desconfianza en la naturaleza humana y una increíble falta de seguridad en sí misma. Era el momento de ponerse en marcha, de conocer a gente nueva. Hombres. Lo malo era que desconocía incluso los rudimentos básicos. ¿Cómo se entablaba amistad en los tiempos que corrían?, ¿Dónde encontrar al hombre adecuado? Porque desde luego no aparecían por arte de magia.


-Así que, ¿Sales con alguien?


-No, con nadie en especial -contestó Paula encogiéndose de hombros.


-Pues hace siglos que rompiste con esa rata, ya es hora de que salgas con alguien otra vez, ¿No? -insistió Romina en tono de reproche. 

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