jueves, 21 de marzo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 2

No sabía por qué, pero lo cierto era que le molestaba compartir sus sentimientos con sus viejas amigas. Todas tenían su vida hecha, tenían marido e hijos. Al principio sólo le hacían preguntas inocentes, pero con el tiempo se mostraban cada vez más críticas. ¡Al diablo con la emancipación femenina! Según parecía, el deber sagrado de toda mujer soltera seguía siendo cazar marido. Desde luego tenía sus ventajas: era el único modo de conseguir un bebé. Sin embargo salir con hombres le producía escalofríos.


-¿Otra vez? Conocí a Nicolás nada más comenzar el bachiller, jamás he salido con nadie más.


-Bueno, no puede ser tan difícil. Todo el mundo lo hace.


-¿Sí? -sacudió Paula la cabeza en una negativa-. ¿Has leído revistas de mujeres últimamente? Hay artículos de diez páginas hablando sólo del primer beso. Hay reglas sobre lo que se debe o no se debe hacer en la primera cita, ¿Puedes creerlo? No se puede hacer esto a menos que él haga eso otro, y sólo si previamente has hecho otra cosa antes...


-¿Reglas? -repitió Romina irónica-. ¿Qué tipo de cosas no puedes hacer a menos que él haga qué otras?, ¿Quién ha inventado esas reglas?, ¿Y cómo sabes que funcionan? Además, ¿Cómo puedes saber si el chico con el que sales las conoce?; ¿Y qué ocurre si uno de los dos las rompe?


Paula se negó a echarse a reír. De ningún modo iba a tomarse aquello a broma.


-No lo sé.


-¿Había esquemas explicativos o resúmenes abreviados para la mesilla?


-No lo sé -repitió Paula molesta.


-Ni falta que hace, eso son tonterías.


-No sé, pero a mí me asusta -confesó Paula-. Salir con un hombre hoy en día se ha convertido en una cosa muy complicada. ¡Sólo de pensarlo me dan escalofríos!


-Bueno, pero tu hombre no aparecerá por arte de magia, tienes que salir a buscarlo -razonó Romina-. Le preguntaré a Lucas si hay alguien en su trabajo con quien puedas citarte. Tiene miles de compañeros, alguno te gustará.


-¡No! -exclamó Lea negándose a citarse a ciegas-. Anne, no estoy preparada. ¡Ni siquiera he estudiado a fondo ninguno de esos artículos! Tengo que investigar un poco antes de meterme de lleno.


-Jamás estarás preparada, Pau. Las cosas no funcionan así. Tienes que hacerlo. Una sola cita no te matará -contestó Romina alargando los brazos para tomar a su hijo-. Sólo una, ¿De acuerdo? Para ir calentando, como entrenamiento.


Paula sacudió la cabeza en una negativa, pero entonces Milo alzó el rostro hacia su madre y sonrió, y sintió que su corazón se licuaba. Si quería tener un hijo tendría que buscar marido. Era imprescindible no sólo para la concepción, sino también para cuidar del bebé. Porque jamás había sentido deseos de ser madre soltera. Romina tenía razón, había llegado la hora. ¿Quién sabía cuántos años podía tardar? No disponía de todo el tiempo del mundo.


-Está bien, pero sólo como entrenamiento -accedió Paula-. Pero elige a alguien que no sea... Horrible.


-¿Y qué entiendes tú por horrible? -preguntó Romina.


¿Podía ser peor? Paula juró entre dientes mientras su pareja volvía a intentar la estrategia del pie. Se enderezó y cruzó las piernas, escondiéndolas bajo la silla. La primera impresión no había sido mala comparada con las terribles historias de citas a ciegas sobre las que había leído. Julián no era feo y su conversación era medianamente interesante, aunque elegía temas demasiado parecidos entre sí. Pero ahí acababa lo bueno. Y lo malo... Para empezar, gritaba a los camareros. No por mala educación, sino para conseguir que lo atendieran. Con el primer grito ella había saltado del asiento. Al segundo, las miradas de todos los comensales del restaurante estaban fijas en ellos. Incluso un par de personas se habían acercado a ver qué ocurría. Había estado a punto de escurrirse de la silla y meterse debajo de la mesa. Entonces lo había rozado con el pie sin querer, y a raíz de eso había comenzado todo. A partir de ese momento todo había ido cuesta abajo, y aún estaban en el aperitivo. Romina y Lucas oirían hablar de aquella cita durante mucho, mucho tiempo. Había otra pareja dos mesas más allá que también disfrutaba de su primera cita, a juzgar por lo poco que podía oír de su conversación. Y también iban por el aperitivo. Los observó mientras Julián gritaba por cuarta vez. Él debía tener algo más de treinta años y no gritaba, y tampoco tenía mal aspecto en absoluto. La mujer era bastante más joven, era rubia y reía casi a gritos. Parecía dominar la situación a la perfección, conocer los intríngulis de la misteriosa cultura de las citas. El espectáculo era fascinante. Inclinaba el pecho hacia delante mostrando el amplio escote, ladeaba la cabeza y sonreía con coquetería. 

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