jueves, 28 de marzo de 2024

Mi Destino Eres Tú: Capitulo 10

 -No -negó Pedro-. Yo prefiero hablar claro.


-De todos modos no te cuento todo esto para que me compadezcas, Pedro -continuó Paula encogiéndose de hombros-. Ya lo he superado. Lo único que me pesa es mi propia estupidez por haber seguido con él tanto tiempo.


-Pero eso es natural, el amor se asocia con el corazón, jamás con la cabeza.


-No creo que estuviéramos realmente enamorados -objetó Paula-. Sencillamente  estábamos acostumbrados el uno al otro. Estábamos juntos porque era lo más sencillo, no porque fuéramos felices. Da igual, el caso es que él era agente de bolsa. Durante años mi estado de ánimo dependió del índice Dow. Lo consultaba en el trabajo antes de volver a casa, y sabía perfectamente qué noche me esperaba. Pero tú no eres él... Lamento haberte prejuzgado.


-No importa.


-Y bien, ¿Qué respondes?, ¿Serás mi consultor? -preguntó ella una vez más.


Pedro se inclinó hacia delante para ver mejor su rostro y se preguntó por qué no se había negado.


-Dime una cosa primero: ¿Qué es exactamente lo que quieres de mí?


-Varias cosas -respondió Paula-. Lo primero, que me ayudes a encontrar al hombre adecuado. Me gustaría evitar las citas a ciegas, y no sé cómo. Además necesito tu consejo durante las primeras citas, necesito que me des pistas para saber qué hacer y qué no. Quisiera que me respondieras a ciertas preguntas estúpidas que mis amigas no pueden responder, que me ayudes a sentirme más segura, a ponerme en forma.


-¿Ponerte en forma?


Otra vez la misma torpeza, se dijo Pedro. El efecto que aquella mujer tenía sobre él era notable, y lo peor de todo era que no tenía la excusa del alcohol.


-Sí, entrenarme. Como esta noche, por ejemplo. Ni siquiera sabía qué hacer cuando Julián comenzó a comportarse como si fuera un pulpo por debajo de la mesa, estaba demasiado preocupada pensando en que tenía que besarlo antes de despedirnos -explicó Paula.


-Quizá te preocupes demasiado por cómo deban ser las cosas, quizá debas dejar que sucedan de una forma natural.


-¡Por eso precisamente! -exclamó ella-. Yo no sé cómo suceden las cosas de forma natural en una cita, para mí la situación no tiene nada de natural.  Comprendo que te cueste creerlo, pero te aseguro que para mí es un misterio.


-Entiendo.


-¿Me ayudarás? -volvió a preguntar Paula-. Dí sí o no, no voy a presionarte. Y no hace falta que me expliques la razón si no quieres hacerlo.


Paula esperaba que le dijera que no. Era evidente por su forma de dejar caer los hombros con desilusión. Y por supuesto él diría que no. ¿Qué otra cosa podía hacer? En el mejor de los casos les arrancaría la piel a tiras a él y a Romina cuando descubriera todo el asunto. Y a él con mayor motivo, por ocultarle su identidad y permitir que le contara uno de sus secretos más íntimos creyendo que estaba con un completo extraño. Le diría que no, y con un poco de suerte no volverían a verse y el problema estaría resuelto.


-Sí -contestó Pedro en cambio-, te ayudaré.


¿Qué había hecho?



Tras ducharse y ponerse cómoda Paula agarró a la gata dormida y la llevó al dormitorio. Necesitaba compañía. El ronroneo satisfecho de la gata la hacía sentirse mejor, la calmaba. Incluso la ayudaba a pensar con claridad. Probablemente hubiera una explicación psicológica para su comportamiento, tenía que haberla. Frida ni siquiera se despertó. Abrió la boca, bostezó, y volvió a hacerse un ovillo a los pies de la cama. Comprobó las llamadas en el contestador automático de la mesilla y vió que Romina había telefoneado varias veces. Era demasiado tarde para devolverle la llamada. Pasaría por su casa al día siguiente y le explicaría punto por punto su definición de un hombre «Horrible». Estaba demasiado nerviosa como para irse a la cama, así que se dirigió a la ventana y apoyó la frente contra el cristal. Lo de aquella noche había sucedido realmente, no había sido un sueño, pero una vez pasada la risa a causa del famoso rescate no sabía qué pensar. Le había pedido a un extraño que le diera lecciones sobre citas. También se le había pasado el efecto del vino, y comenzaba a sospechar que no se sentiría muy satisfecha de sí misma a la mañana siguiente. A Pedro debía haberle parecido que era una solterona desesperada por encontrar marido. Paula golpeó la cabeza contra el cristal. Además, ¿Por qué había accedido él?, ¿Por diversión?  Parecía un buen chico. Se había sentido instantáneamente atraída hacia él, pero estaba decidida a no hacer caso, ya que Pedro era todo lo contrario de lo que buscaba. Apartó a la gata de los pies de la cama y la dejó sobre la almohada.


-¿Sabes, Frida? Si mi plan tiene éxito, quedarás de nuevo exiliada del dormitorio.


Frida parpadeó varias veces.


-Sí, ya lo sé -continuó Paula acariciándola-. Ya sé que no te gusta que te traslade cuando estás durmiendo, pero es que necesito hablar. ¿Crees que he hecho bien? Yo jamás había abordado a un extraño de ese modo, Pedro debe pensar que estoy loca. ¡Hasta yo lo pienso! Pero a veces una mujer tiene que hacer lo que tiene que hacer. Tenemos una misión en este mundo, Frida, y yo voy a cumplirla. Además, ¿Qué me importa lo que piense Pedro? Nada, no me importa nada en absoluto. Él sólo es un medio para conseguir una meta. 


Paula rodó por la cama. Si al menos sus ojos no fueran tan azules... 

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