martes, 19 de marzo de 2024

Acuerdo: Capítulo 53

Había tenido un día terriblemente largo, pero Paula hizo un esfuerzo, separó los labios y puso gesto sensual junto a su compañero, un impresionante modelo italiano que miraba de reojo a Juan cada vez que hacían una pausa, pero que a ella la agarraba con pasión para la sesión.


–¿Qué demonios están haciendo?


La voz de Pedro retumbó en el estudio y el modelo la sujetó con más fuerza mientras la apartaba de él, que avanzaba con paso decidido.


–¡Señor! –exclamó Marco, intentando interceptarlo.


–¡Pedro! ¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó Paula sorprendida.


–¿Qué estás haciendo tú?


–Trabajar, como es evidente.


Pedro miró mal al italiano y preguntó.


–¿Por qué?


–¿Por qué? ¿Qué?


–Señor… –lo reprendió el fotógrafo, visiblemente molesto.


–Lo siento, le he envidado un mensaje yo –admitió Juan, mirando a Paula–. Ha sido culpa mía. Estaba preocupado.


Luego se dirigió a Pedro.


–Ya casi han terminado, podemos esperar fuera.


–Yo esperaré aquí –dijo Pedro, cruzándose de brazos.


A Paula no debía haberle sorprendido que Juan le hubiese contado a Pedro que su madre había fallecido. Después de años sin saber nada de ella, había leído en una publicación venezolana que había fallecido tras una complicación de salud. Se lo había mencionado a Juan y le había pedido que preparase una nota de prensa por si los medios de comunicación descubrían su relación. Él le había informado que su contrato le permitía viajar por una emergencia familiar. Tenía que haber imaginado que Juan avisaría a Pedro de una posible tormenta mediática. ¿Se habría filtrado la noticia a la prensa? ¿Sería ese el motivo por el que él estaba allí? Treinta minutos después había terminado la sesión y se estaba cambiando cuando oyó que Pedro le preguntaba a Juan qué pretendían vender con una imagen tan caliente. Volvieron al hotel en silencio y, una vez allí, él fue el primero en hablar.


–¿Por qué te ha enfadado que Juan me lo contara?


–¿Por qué estás enfadado tú?


–Porque me hubiese gustado que me lo contarás tú. ¿Por qué no lo has hecho?


–Porque no pensé que te importase.


Él cerró los ojos, dolido.


–No pretendo hacer que te sientas culpable –murmuró Paula–. No pretendo hacerte sentir nada.


–Y, no obstante, me siento fatal –le respondió él–. Tu madre no merece que la llores.


–Lo sé, pero no puedo evitar estar triste. ¡No puedo evitar sentir lo que siento, Pedro!


–¡Yo tampoco! Por eso estoy enfadado. Conmigo mismo. He sabido que estarías mal y no estaba aquí para apoyarte.


–Tú eres el primero que me has hecho daño –le recordó ella.


–Lo sé. Nos hemos hecho daño el uno al otro. Y lo odio.


Sus miradas se cruzaron y ella se giró porque no soportaba la sensación.


–Por favor, no lo digas –le rogó.


–¿El qué? ¿Que te quiero? Te quiero, Paula.


–¿Qué?


Paula se giró, aturdida, segura de que había oído mal.


–Pensé que ibas a decir que se había terminado.


–De eso nada. Esto no se terminará jamás –sentenció Pedro.


Se acercó a ella en dos zancadas y tomó sus manos.


–El amor te obliga a sentir los latidos del corazón de la otra persona.  Cuando ella llora, tú lloras. Cuando le haces daño, ese dolor rebota en tí multiplicado por diez.


La acercó a él y apoyó una de sus manos en su pecho, para que Paula pudiese sentir los latidos de su corazón.


–Pero cuando es feliz, tú también lo eres. Cuando te da su corazón, no hay espacio suficiente en el pecho para los dos. Tienes que entregar tu corazón para que el desequilibrio no acabe con los dos.


–Mi corazón es tuyo.


–Lo sé. Y es mucho mejor que el que yo tenía. Mucho más ligero y suave, y mucho más bonito. Acepta el mío, arréglalo, hazlo brillar.


A Paula le temblaban los labios y tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se sentía feliz.


–Te quiero, Pedro. Te quiero con toda mi alma y siempre te querré.


–Y yo a tí. Para siempre.


Sus palabras impregnaron el ambiente, ganaron fuerza con los susurros y los roces de sus cuerpos al abrazarse, con sus miradas y con el silencioso deseo que les hizo dirigirse juntos al dormitorio, a celebrar su unión en la más antigua y gloriosa de las maneras. 






FIN

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