martes, 9 de enero de 2024

Culpable: Capítulo 33

 –¿Ha ido todo bien? –le preguntó a Paula, tras ayudarla a subir. 


–He dejado mi puesto –le explicó ella con una sonrisa triste–. Leticia, mi jefa, me ha dicho que no hacía falta que le diera los quince días de preaviso. Parece que mi puesto, sentada junto a la caja, no era de mucha utilidad, pero no podía despedirme siendo madre soltera –hizo una pausa y añadió–: Pero ahora que cuento con el apoyo del adinerado padre de mi bebé…


Pedro sonrió.


–¿Le has hablado de mí?


Ella apartó la mirada, girando la cabeza hacia la ventanilla.


–Sí, aunque no le he contado todo –murmuró.


Pedro sabía que se refería a todo el asunto de su padre y el juicio y se hizo un silencio incómodo entre ellos mientras se ponían en marcha.


–Me dijiste que no habías oído hablar de Vertigris ni de Helios –le dijo a Paula, cambiando de tema–. ¿Qué me dices de Bandia?


Paula, que seguía mirando por la ventanilla, se limitó a sacudir la cabeza.


–Es una pequeña firma que solo se dedica a ropa premamá y ropa de bebés –le explicó él–. Podríamos ir a la boutique a buscarte ese abrigo.


–De acuerdo –respondió ella sin emoción alguna.


–O a Astrara. ¿Te suena Astrara?


Paula lo miró por fin, como irritada.


–¡Pues claro que conozco Astrara! No vivo en otro planeta.


Bueno, por lo menos había oído hablar de una de sus marcas…, pensó él. Quizá debería haber empezado por esa. Al fin y al cabo era tan famosa como Gucci o Channel.


–¿Dónde prefieres que vayamos primero? ¿A Bandia, a Astrara… a una de las otras?


–¿Acaso importa?


–Por supuesto que importa –contestó él, y la miró expectante.


Paula suspiró y respondió:


–Bandia. Supongo que será la que tenga los precios más razonables.


Pedro prefirió no sacarla de su error, y poco después llegaban a la boutique de Bandia, que estaba en la Quinta Avenida. Cuando entraron, las dependientas se quedaron boquiabiertas antes de apresurarse solícitas a ellos.


–¡Señor Alfonso, qué honor tenerlo aquí! –exclamó una de ellas. –Sí que lo es –dijo otra–. Será un placer atenderlo en lo que… 


Pedro las cortó señalando a Paula con un ademán.


–Esta es mi… Mi querida amiga, la señorita Chaves. Necesita ropa nueva, y confío en que puedan ayudarla a encontrar cosas que sean de su gusto.


–¿Cómo que «Ropa»? –exclamó Paula–. ¡Si solo necesito un abrigo! –lo corrigió. 

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