jueves, 4 de enero de 2024

Culpable: Capítulo 31

 –De una gran ayuda, te lo aseguro. Pero más que eso, lo que de verdad quiero es que comprendas lo que hago –le dijo él con una breve sonrisa–. ¿No es lo que me pedías, comprender mi mundo?


–Eso fue antes de que…


–Hay tantas cosas que no pude mostrarte hace meses… –la interrumpió Pedro.


Paula lo miró vacilante.


–Pero es que no sé si puedo dejar a Luz aquí sola…


–La señora Berry puede echarle un ojo. Parece que se le dan bien los perros.


Paula se quedó callada un momento, como si estuviera sopesándolo.


–Bueno, no quiero causarle molestias, pero supongo que si no estamos mucho tiempo fuera… –murmuró finalmente.


Pedro tomó su mano izquierda y le acarició el dedo anular con el pulgar.


–Podríamos ir a Helios para mirar anillos de compromiso –le dijo, como quien no quiere la cosa.


Paula se estremeció y Pedro vió una sombra de vulnerabilidad en sus ojos antes de que apartase la mano.


–No –contestó tajante–. Nada de anillos.


En fin, no podía decirse que no lo hubiera intentado…


–Bueno, pero debe haber alguna cosa que necesites, para tí… O para el bebé.


Paula echó la cabeza hacia atrás con aire pensativo y apoyó con un suspiro la mano en su vientre hinchado.


–Supongo que no me vendría mal un abrigo nuevo –admitió–. Este ya casi no puedo abrochármelo –añadió, tocando uno de los botones–. Ah, y sí que tengo que pasar por casa de Enrique, para recoger mi uniforme. Mañana tengo turno en la cafetería.


Pedro frunció el ceño.


–No me digas que piensas seguir trabajando…


–Pues claro. ¿De verdad creías que iba a dejar mi trabajo? ¿Y dejar a mi jefa en la estacada?


–¿Pero por qué ibas a querer…? –Pedro apretó los dientes antes de continuar–. No tienes que seguir trabajando como camarera. No te hace falta; yo cuidaré de tí…


Paula plantó una mano en la cadera y le espetó:


–¿Estás diciéndome que no trabaje?


Pedro enarcó una ceja y replicó:


–¿Y tú, vas a decirme que es sensato que estés horas de pie en tu sexto mes de embarazo? 


Paula lo miró vacilante y dejó caer la mano.


–Bueno, me lo pensaré… durante el trayecto a Brooklyn –dijo finalmente. Se quedó callada un momento y le preguntó–. ¿Podríamos… Te importaría que fuéramos mejor en metro?


–¿Qué problema tienes con mi coche?


Paula puso los ojos en blanco.


–Es un Rolls-Royce. Conducido por un chófer de uniforme.


–¿Y qué?


–Pues que… Es un poco excesivo, ¿No te parece? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario