jueves, 4 de enero de 2024

Culpable: Capítulo 30

Las facciones de Paula se entristecieron. Entrelazó las manos, como si ella también se sintiera incómoda, y balbució:


–Creo que esto es un error. Aquello no iba por buen camino… 


–¿Un error?


Paula se remetió un mechón castaño por detrás de la oreja y murmuró:


–Creo que no debería quedarme aquí.


Pedro la miró consternado y de pronto comprendió.


–Porque anoche estuve a punto de besarte –adivinó.


Ella asintió, rehuyendo su mirada. Tenía que calmarla, hacer que se sintiera segura, se dijo Pedro. Inspiró profundamente y le dijo con suavidad:


–No tienes que tenerme miedo.


–No te tengo miedo. Tengo miedo de…


–¿De qué? –la instó él a continuar cuando se quedó callada.


En cuanto Paula levantó la mirada, lo supo. Supo que, por más que ella intentara fingir lo contrario, sentía el mismo cosquilleo eléctrico por dentro que él cada vez que sus ojos se encontraban y ella miraba hacia otro lado, nerviosa, cada vez que él bajaba la vista a sus labios… Tenía miedo de sí misma, de su propio deseo. Inspiró profundamente y le dijo:


–¿Y si te prometo que no intentaré besarte?


Se hizo un tenso silencio.


–¿De verdad te comprometerías a eso? –inquirió ella finalmente.


–Pues claro. No intentaré volver a besarte… A menos que tú quieras que lo haga.


Paula se mordió el labio y respondió vacilante:


–Está bien; si tengo tu palabra… Me quedaré.


Pedro suspiró aliviado.


–Estupendo –respondió, intentando no pensar en lo difícil que le sería resistir la tentación–. Bueno, tengo que irme al trabajo.


–¿Al trabajo?


–Soy el presidente y principal accionista de Liontari. 


–¿Liontari? ¿Es el nombre de unos grandes almacenes, o algo así?


–Es un consorcio internacional de varias marcas muy famosas. Probablemente las conozcas. Vertigris, por ejemplo.


–No me suena. ¿Qué es?


–Una marca de champán.


–Ah. Bueno, la verdad es que no bebo apenas.


A Pedro le sorprendió que no conociera Vertigris. Era conocido mundialmente, igual que Cristal o Dom Perignon.


–¿Te suenan los relojes Ridenbaugh?, ¿O las joyas Helios? ¿O los bolsos Cialov?


Al ver que Paula sacudía la cabeza a cada pregunta, Pedro optó por un cambio de planes.


–¿Sabes qué? Me parece que no iré a la oficina. Soy el jefe, así que puedo permitírmelo. Iremos a recoger tus cosas al departamento de Bain y luego te llevaré de tiendas –al verla fruncir el ceño, añadió–. Podemos comprar unas cuantas cosas.


–¿Qué cosas?


–Para tu embarazo, y para el bebé.


–No necesito que me compres nada.


–En realidad sería una manera de ayudarme –le dijo él en un tono desenfadado–: considéralo una especie de «Estudio de mercado». Me gustaría conocer tu opinión sobre nuestras marcas. 


-No sé de qué ayuda podría serte mi opinión.

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