jueves, 20 de julio de 2023

Tentación: Capítulo 52

Pedro tragó saliva.


–Pensé que, si podía controlarte…


–Tendrías todo el poder en tus manos y yo no te abandonaría como tu madre –lo interrumpió ella–. No querías que te volvieran a hacer daño.


A Pedro se le hizo tal nudo en la garganta que casi no podía respirar, porque su grado de comprensión era devastador. Aparentemente, sabía lo que estaba pensando. Aparentemente, tenía acceso directo a su alma. Pero lo que en otro momento le habría asustado, ahora le llenó de alegría.


–He comprendido que, si sigo jugando sobre seguro, me perderé todas las cosas buenas de la vida. Y lo he comprendido porque, cuando te fuiste, descubrí que el mundo estaba vacío sin tí –declaró con amargura–. Al intentar controlarte, me arriesgué a destruir tu fuerza interior y toda esa rebeldía que tanto me gusta. Pero te pido perdón, Lina. Te pido que me perdones y que me concedas otra oportunidad.


–Oh, Pedro…


–Quiero casarme contigo, ¿Sabes? Quiero estar contigo hasta el fin de mis días, dándote todo el amor que te mereces.


Paula no tuvo que pensárselo demasiado, porque era la solución perfecta para los dos. Admiraba a Pedro desde antes de conocerlo, y había aprendido a amarlo después. Había visto la oscuridad de su alma y había deseado llenarla de luz. Y no le importaba nada su dinero. Si le hubiera propuesto que se fueran a una casucha de Sicilia, habría ido sin dudarlo. Aunque no a Caltarina, porque su madre estaría demasiado cerca. Quiso decirle todas esas cosas, y se las habría dicho si la emoción no se lo hubiera impedido; pero no hizo falta que hablara, porque él lo vió en sus ojos, la tomó entre sus brazos y la besó durante tantos minutos que, cuando por fin se apartaron, el café de la encimera se había quedado frío.


–Nunca te haría daño, Pedro –dijo, acariciándole la mandíbula.


Él inclinó la cabeza y le chupó el dedo.


–Eso no lo puedes saber.


–Claro que lo sé –le contradijo ella–. Desde luego, podemos discutir o estar en desacuerdo de vez en cuando, porque la vida es así… Pero mi corazón está tan lleno de amor que no tiene sitio para nada más, ni lo tendrá nunca.


Los ojos de Pedro brillaron con una mezcla de comprensión y miedo, y Paula se dijo que el miedo desaparecería con el tiempo. El amor se encargaría de ello. Eliminaría las preocupaciones y los obstáculos que se pudieran presentar. Los animaría, los confortaría y, por supuesto, los estimularía emocional y físicamente. Justo entonces, él le acarició un pezón, y ella se estremeció.


–Es hora de acostarse –dijo Pedro con algo de inseguridad–. ¿No crees? 

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