martes, 28 de febrero de 2023

Desafío: Capítulo 47

Dos semanas después, Pedro despertó con Paula entre sus brazos. Para ser un hombre que no solía compartir cama, se le daba bastante bien eso de abrazar a su mujer. Y la idea de despertar solo empezaba a parecerle… Extraña. Pero había llegado el momento de hacer planes. Su representante llamó el día anterior para ofrecerle un tour firmando autógrafos, pero aún le parecía pronto para marcharse. Demasiado pronto, pensó, mirando a su mujer. En ese momento, Paula abrió los ojos.


—Buenos días —murmuró Pedro, inclinándose para besarla.


—Me encanta cómo me das los buenos días —dijo ella, medio dormida.


—¿Ah, sí? Pues esto es sólo el principio.




Una hora después, Pedro estaba observando el toro que había comprado su hermano.


—Es un Brahma. Mira qué fiera —sonrió Federico.


Él lo miraba como hipnotizado. Por primera vez en mucho tiempo sintió la emoción del peligro, el deseo de dominar a aquella bestia.


—¿Qué te parece? ¿Crees que Tornado será un buen toro de rodeo?


—¿Tornado?


—Te juro que me lo vendieron con ese nombre —rió su hermano.


—¿Lo han montado ya?


—No, pero vamos a intentarlo esta mañana.


—Podría hacerlo yo.


—¿Tú? ¿Estás loco? No puedes hacerlo, Pedro…


—¿Por qué no? Si puedo montar a caballo, también puedo intentar averiguar si Tornado es un buen toro. Te habrá costado un dineral, ¿No?




Paula estaba aburrida. Pedro parecía creer que necesitaba dormir horas y horas, pero ella estaba acostumbrada a moverse. De modo que, después de desayunar, se puso la cazadora y decidió echar un vistazo en los corrales. Seguro que Pedro andaba por allí. Iba sonriendo… hasta que lo vió sobre el portón, a punto de montar a un toro. ¿Qué iba a hacer? ¿Estaba loco? No podía verlo, no podría soportar que le pasara algo… Pero tampoco podía prohibirle que lo hiciera. Entonces, como si hubiera intuido su presencia, Pedro giró la cabeza. Incapaz de decir nada, Paula se dió la vuelta. Quería volver a casa, esconderse, olvidar que lo había visto sobre el portón, olvidar que aquel toro podría matarlo…


—¡Pau!


Ella no le hizo caso y siguió caminando sin detenerse. No quería pensar en Pedro Alfonso, no quería pensar en aquel hombre que le partía el corazón. Cerró de un portazo, pero Pedro entró un segundo después.


—¡Paula!


—No me apetece hablar —dijo ella, sin mirarlo.


—Pero tengo que explicarte…


—No tienes que explicarme nada. Dijiste desde el principio que tu objetivo era volver al rodeo, ¿No? Pues felicidades, parece que estás a punto de hacerlo.


—No he montado al toro, Pau. No iba a hacerlo, sólo estaba enseñándole unos trucos a los peones…


—¿Y tenías que subirte al portón?


—Sólo estaba… Pau, tú sabes que quiero volver al circuito. Ése es mi trabajo, es mi vida.


Sí, lo sabía. Pero esperaba que ella fuera más importante. Y, de nuevo, había vuelto a equivocarse.


—Muy bien. ¿Por qué no dejas de hablar y te vas de una vez?


—¿Eso es lo que quieres? —preguntó Pedro.


—Sí, eso es lo que quiero.


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