jueves, 16 de febrero de 2023

Desafío: Capítulo 36

Pedro estaba teniendo un sueño estupendo. Pero cuando abrió los ojos y la luz del sol que entraba por la ventana iluminó la habitación, descubrió que no era un sueño. Paula estaba apretada contra él, con una mano sobre su torso desnudo. Pedro intentó moverse un poco para terminar con aquella deliciosa tortura, pero ella no le dejó.


—Pau… Pau, despierta.


Con los ojos cerrados, ella le pasó una pierna por encima.


—Bésame —murmuró.


Con el corazón acelerado, Pedro tragó saliva.


—Si eso es lo que quieres…


Inclinó la cabeza para buscar sus labios, que ella entreabrió, invitadora. Y aquel camisón que era prácticamente nada lo excitaba como nunca… Pero no podía ser.


—Paula, despierta. ¡Despierta!


Por fin, ella abrió los ojos, sorprendida.


—Oh. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy en tu lado de la cama?


—No lo sé. Supongo que buscabas calor —contestó él, con voz ronca.


—Lo siento.


—No me quejo, pero no quería que las cosas fueran demasiado lejos porque… Estabas dormida.


—Lo siento, no me he dado cuenta…


—No pasa nada —la interrumpió él—. Además, no es nada extraño que nos deseemos. De hecho, es natural.


—¿Ah, sí? Pues si te has casado conmigo esperando esto, será mejor que hablemos muy en serio —replicó Paula.


—Un momento, un momento. No puedo negar que te deseo, pero no suelo aprovecharme de las mujeres. Y si dejaras de mentirte a tí misma, te darías cuenta de que tú también me deseas. Para tu información, no he sido yo el que te ha pedido un beso — replicó Pedro, levantándose para ir al cuarto de baño.


Tenía razón, pensó Paula. ¿Qué le había pasado? Y, sobre todo, ¿Qué iban a hacer? Entonces oyó el ruido de la ducha e imaginó a Pedro desnudo bajo el chorro de agua… No tenía que imaginar mucho porque ya lo había visto sin ropa. Suspirando, se levantó de la cama y buscó su maleta, pero entonces recordó que estaba en el baño. Tenía que ponerse algo encima, no podía ir por ahí con aquel camisón… Se puso la camisa de Pedro y fue a la cocina para preparar el desayuno. Esperaba que después de comer algo las cosas volvieran a estar en su sitio.


Pedro no dejaba de pensar mientras estaba en la ducha. Tenían que volver a ser amigos, como antes, se decía. Lo más importante para él era volver al rodeo y Paula lo estaba ayudando. Nada más. A cambio, él la ayudaba a ella. Era sólo un acuerdo entre amigos. Pero cuando miró el jacuzzi y la imaginó desnuda… No, eso no podía ser. Paula no lo quería, pensó mientras se afeitaba. Y cuanto antes se metiera eso en la cabeza, mejor. Cuando salió del baño buscó una camisa en la maleta y, apoyándose en el bastón, salió del dormitorio. Pero al verla con su camisa le dió un vuelco el corazón. Tenía unas piernas de escándalo. Y unos pies… Él nunca se había fijado mucho en los pies de las mujeres, pero Paula Chaves Alfonso tenía unos pies preciosos. Con las uñitas pintadas de rosa. Pedro sacudió la cabeza. Aquello no podía ser.

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