martes, 28 de febrero de 2023

Desafío: Capítulo 45

 —¿Quieres que te ayude a poner la mesa?


—No, por favor, siéntate. Debes estar agotada.


—No, estoy bien.


—¿Ah, sí? En menos de una semanas has tenido que organizar una boda, has visto tu luna de miel interrumpida por un tornado y, encima, haciendo rehabilitación con Pedro. Yo estaría por los suelos.


—Verás, es que…


—Paula, no tienes que darme ninguna explicación —la interrumpió Romima.


—Todo ocurrió tan rápido que no sé… Pedro se ha casado conmigo porque mi padre quería saber de quién era el niño. Yo no sabía qué decir y Pedro soltó que el padre era él. Así, de repente.


—Porque le importas de verdad. Así son los Alfonso —sonrió sucuñada—. Además, yo creo que eres perfecta para él.


—Pero Pedro no quería casarse.


—Ningún hombre quiere casarse, tonta. Hay que convencerlos.


—¿Y qué pasará cuando vuelva al rodeo?


—Podría cambiar de opinión, ¿No? A lo mejor descubre que le apetece vivir una vida tranquila. ¿Crees que podrá irse cuando conozca a su hija?



Cuando volvieron a casa, Paula intentó disimular un bostezo.


—Deberías haberme dicho que estabas cansada. Habríamos vuelto antes.


—No, estoy bien. ¿Y tú? Deberías estar agotado.


—Para mí ha sido un día perfecto —sonrió Pedro—. Y no quiero que termine —añadió, inclinándose para buscar sus labios. 


Paula no protestó. No podía hacerlo.


—Pedro…


—Dime que tú también lo deseas —musitó él, con voz ronca—. Dime que también quieres lo mismo que yo. Quiero hacerte el amor, Paula.


—Yo también —susurró ella.


En silencio, Pedro la llevó de la mano a la habitación y cerró la puerta. No tuvo tiempo de llegar a la cama, no podía esperar. Mientras la besaba, acariciaba su espalda por debajo de la camisa. Luego desabrochó el sujetador y acarició sus pechos con ansia. La oyó gemir y ésa fue la señal… Él le quitó camisa y el sujetador de un tirón, inclinando la cabeza para chupar sus pezones.


—¿Te gusta? —preguntó, con voz ronca.


—Sí —logró decir Paula.


—Entonces, te va a encantar lo que tengo en mente.


La desnudó poco a poco, tumbándola después en la cama. Ella se dejaba hacer. Quería estar en sus brazos, quería sentirse amada por él.


—Eres preciosa —murmuró Pedro, deslizando una mano por su cuerpo—. ¿Seguro que podemos hacerlo? —preguntó, dejándola reposar sobre su abdomen.


—Claro que sí. La doctora Parks dice que no tengo ningún problema y que las relaciones sexuales son buenas para la madre y para el feto.


—Si tienes alguna duda, dímelo…


—No tengo ninguna duda —lo interrumpió ella—. Hazme el amor, Pedro.


Él se desnudó en menos de un segundo. Le temblaban las manos mientras abría sus piernas. Pero Paula estaba preparada. Más que eso. Parecía haber estado esperándolo siempre. Cuando por fin estuvo dentro de ella, empezó a moverse despacio hasta que sintió que eran uno solo. Estaba ardiendo, pero intentaba controlarse para darle placer. Cuando Paula enredó las piernas alrededor de su cintura, tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarse ir. Quería disfrutar de aquel momento… Pero no pudo esperar mucho. Paula dejó escapar un gemido al sentir las convulsiones y Pedro perdió el control. Se quedaron abrazados, sin separarse un solo centímetro hasta que el sueño los atrapó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario