martes, 28 de febrero de 2023

Desafío: Capítulo 46

La despertó la luz del sol. Paula intentó abrir los ojos, pero tuvo que cerrarlos de nuevo. Estaba en la cama de Pedro. No debería haber ocurrido, pensó. Pedro se marcharía algún día, quizá muy pronto. Pero, ¿Cómo iba a lamentar haber hecho el amor con él? Thiago nunca fue tan tierno, nunca la abrazó así después de hacer el amor. Nunca se preocupó por lo que ella quería o deseaba… En ese momento se abrió la puerta y Pedro asomó la cabeza.


—Buenos días, señora Alfonso.


—¿Qué hora es?


—Tarde —rió él.


—Pero tenemos que hacer rehabilitación.


—No te preocupes, antes hay que desayunar. ¿Lamentas lo que pasó anoche?


Paula apartó la mirada.


—¿Estás buscando un halago?


—No, todo lo contrario. Quiero que seas sincera —suspiró él.


—Perdona, Pedro. Esto no se me da bien.


—Estamos casados, Pau. No ha pasado nada malo.


¿Y cuando me dejes?, se preguntó ella.


—Nuestro matrimonio no es real y tú lo sabes.


Pedro la miró entonces como si lo hubiera abofeteado.


—Ah, claro. Perdona, yo pensé que lo nuestro era algo especial.


Después de decir eso salió de la habitación dando un portazo. Paula se mordió los labios. ¿Qué podía hacer? Estaba completamente enamorada de él. Quizá tendrían poco tiempo, pero debía aprovecharlo… Tenía que convencerlo de que tanto ella como su hija lo necesitaban. Una hora después, fue al establo. Sabía que lo encontraría allí.


—Ten cuidado con Cheyenne —murmuró Pedro a modo de saludo—. Esta mañana no está de buen humor.

—No pasa nada, estoy acostumbrada a los caballos.


—¿Querías algo?


Paula dejó escapar un suspiro.


—¿Podemos hablar, Pedro?


—¿De qué?


—De lo que ha pasado esta mañana.


—No hace falta. Creo que has dejado muy claro lo que sientes.


—No, eso no es verdad. Es que tenía miedo —suspiró ella—. No lamento lo que pasó anoche, de verdad. Pero no sabía cómo portarme…


—Sí, entiendo.


—De verdad, Pedro. Nunca lamentaré haber hecho el amor contigo. Aunque haya sido sólo una vez.


—¿Sólo una vez? ¿Quieres decir que no puede volver a pasar?


—No, no quiero decir eso.


—¿Entonces?


—¿Podemos hablar en privado? No quiero que nos oiga nadie.


—Muy bien, vamos.


Hicieron el camino en completo silencio y, una vez de vuelta en casa, Pedro se cruzó de brazos.


—Dime.


—Las cosas han cambiado entre nosotros —empezó a decir Paula—. Y no sé… No sé si quieres seguir casado conmigo.


—Claro que quiero.


—Yo también, pero debes saber que no intentaré detenerte si vuelves al rodeo. Y, como acordamos, dentro de seis meses decidiremos si el matrimonio sigue adelante o…


—Pase lo que pase, no abandonaré a la niña.


—Lo sé, pero…


—Esta niña tiene un padre, así que deja de ser tan testaruda — la interrumpió Pedro—. Esto puede funcionar, Paula. Confía en mí.


Deseaba tanto creerlo. Pero, ¿Confiar en él? Ese era el problema.

No hay comentarios:

Publicar un comentario