jueves, 1 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 8

Sentada a una mesa iluminada con velas, podría haber fingido durante unas cuantas horas de arrebato que su exterior era igual al de cualquier mujer común y corriente. Con los mismos anhelos, con el mismo deseo de ser amada, de tener un hombre que la apoyara, que le hiciera el amor. Paula cerró los ojos un instante negándose a admitir que no era y nunca sería como las demás mujeres. ¿Cómo se había atrevido Pedro a bromear con ella, a hablarle como si pudiera levantarse de la silla y ponerse a bailar en cuanto le apeteciera? Ya con los ojos abiertos, pensó que no era justo culparlo. Lo había visto contemplar el fondo de la copa como si fuese un abismo y no había sido capaz de mantener la boca cerrada. Ella era la única culpable de sus noches de insomnio. Porque él ocupaba su mente desde que le había tomado la mano manteniéndola entre las suyas durante un instante demasiado largo. Sin embargo, el lunes era un día laborable. No podía darse el lujo de entregarse a sus pensamientos cuando tenía fijada una estricta fecha tope para entregar el trabajo que le habían encargado. Así que eligió una pintura al pastel y se concentró en la ilustración que tenía ante ella.


—¡Vamos, Nico, puedes hacerlo!


Paula alzó la vista justo cuando Nicolás intentaba escalar una estructura de brillantes colores colocada en el jardín. Era demasiado alta para él, y el niño, muy frustrado, se esforzaba por llegar a la cumbre. Se inclinó hacia delante, anhelando estar fuera para darle el empujón que necesitaba. Entonces dejó escapar su propia frustración en el papel que tenía ante sus ojos. Con unos cuantos trazos de color Hattie Hot Wheels, su otro yo, salía disparada de la silla de ruedas con los brazos abiertos, volaba hacia Nicolás y lo alzaba por los aires hasta subirlo a lo alto. Otro triunfo de su superheroína cuyos poderes especiales le permitían convertir la impotencia en acción. Entonces Daniela, con una sonrisa de estímulo, ayudó a subir al pequeño sujetándole la espalda con una mano. ¿Para qué iba a necesitar Nicolás una superheroína cuando tenía una madre con dos buenos brazos y piernas?


—¡Pau! —gritó Nicolás haciendo señas con los brazos desde lo alto de la estructura—. ¡Mírame! 


—¡Bravo, Nico! —respondió su madrina a voces desde la silla de ruedas.


Pero su sonrisa se esfumó al instante al ver la ilustración casi concluida que acababa de arruinar por culpa de su personaje dibujado en la parte superior del papel. ¿Vandalismo deliberado? Había ilustrado decenas de historias para revistas femeninas y sabía desde el principio que ésa en particular le iba a resultar dura, pero ella era una profesional. La escena en cuestión representaba una amplia playa desierta con las siluetas de una pareja de amantes contra el sol poniente. Así se ganaba la vida y no podía rechazar los encargos sólo porque cargaran su memoria de recuerdos penosos.


—Ven con nosotros, Pau —la llamó Daniela—. Mañana va a llover.


No era fácil resistirse a esa llamada de sirenas, pero cada minuto que pasaba junto a Nicolás era un recordatorio desgarrador de lo que había perdido en aquellos segundos que le arrebataron su futuro, incluida la maternidad. Y el bebé recién nacido, con toda la alegría que le proporcionaba, empeoraba las cosas. Paula empezaba a sentirse atrapada al otro lado del cristal, como si fuera una espectadora de la vida que se le negaba. Si sólo pudiera permitirse una nueva existencia en una casa propia, lejos de Londres...


—¡Tal vez más tarde! —gritó a Daniela justo antes de atender el teléfono, que había empezado a sonar—. Paula Chaves—dijo, y por un instante sintió que se le paralizaba el corazón—. Hola, Pedro Alfonso. Eres madrugador. ¿No es una hora intempestiva allá en Nueva York?


—Es cierto. Aunque aquí en Londres son casi las once de la mañana. Dijiste que cenarías conmigo cuando estuviera de vuelta, pero me preguntaba si podríamos cambiarlo por una comida. He reservado una mesa en Giovanni's.


Era un restaurante tan famoso que ni siquiera tenía que molestarse en algo tan funcional como disponer de una dirección. Un tipo de local donde los ricos y famosos acudían para ser vistos y lucirse. Y casi eran las once. Tenía dos horas para ducharse, cambiarse, encontrar un estacionamiento... ¡Y el peinado! 

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