martes, 20 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 25

 —Lo del bocadillo era una broma. Ahora sí que me siento incómoda.


—Como sé que ahora no me vas a rechazar, te perdono.


—¿No será una excusa para no trabajar? ¿No deberías estar organizando tu plan maestro para salvar a Coronet?


—Tú eres mi plan maestro.


Eso era bueno. A Paula la hacía feliz ser su plan maestro. El problema era lo de tomarse de la mano continuamente y el picnic en el parque. Finalmente reunió la fuerza suficiente para librar su mano de la de Pedro.


—Una buena razón para volver a mi tablero de dibujo y empezar la adaptación de las ilustraciones para tí.


—Esto será una comida de trabajo. Primero tenemos que negociar tus honorarios por todo el trabajo extra que tendrás que hacer. Luego tendremos que discutir sobre la gama de productos basados en tu abecedario. Me preguntaba si has hecho algo más para Nicolás. Tengo algunas ideas, pero... 


—¿Estás planeando una gama completa de artículos basados en el abecedario? —preguntó, en tono dudoso.


—Sí que sabes cómo desinflar el ego de un hombre —comentó Pedro, con una sonrisa.


—¿Qué tiene que ver tu ego con esto? Como asesora de Coronet es mi deber sacar el máximo partido de las inversiones de la empresa. Y como diseñadora de la nueva gama que me propones, tengo que velar por mis propios intereses.


—¿Entonces aceptas hacerte cargo de ambas cosas?


—Sí.


—¿Nos vamos entonces?


Pedro iba junto a la silla de Paula cuando cruzaron la calle y entraron en el parque.


—Así está mejor —dijo ella antes de detener su silla junto a un banco a la sombra de los árboles.


—¿Qué? —preguntó Pedro mientras se sentaba a su lado.


—Que por fin te has tranquilizado.


—Nunca he estado intranquilo —se defendió, pero al ver que ella se limitaba a sonreír, añadió—: De acuerdo, tal vez me puso ansioso ver que lo peatones ni siquiera se apartan para dejarte pasar.


—¿Y por qué deberían hacerlo?


—Bueno, ese chico de los patines casi chocó contigo.


—¿Piensas que debería ir con una campanilla para pedir a los peatones que me cedan el paso?


Pedro se dió cuenta de que se había metido en un problema.


—La verdad es que no pienso nada —optó por decir.


—¿Quieres que cambiemos de tema? —sugirió ella, con una sonrisa.


—¿Estaba bueno el bocadillo? —preguntó Pedro un poco más tarde, cuando Paula terminó de comer y retiró las migas de las piernas antes de arrojárselas a los gorriones, que rondaban expectantes.


—Estaba delicioso. Gracias. Decididamente podría acostumbrarme a esto.

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