jueves, 22 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 29

 —Puedo disponer de un par de horas para tí. ¿Te viene bien?


—No, quiero que estés conmigo el sábado y también en la reunión que tendré con el comprador próxima—mente. No necesito decirte cuánto nos jugamos en ello.


—No me quieres allí, Pedro.


—¿No?


Pedro no se mostró particularmente sorprendido ante su reticencia. Desde su primera llamada, había hecho lo imposible para mantenerlo a distancia. Era más fácil coquetear con un hombre al que nunca se volvería a ver. Despedirlo con unas palabras cortantes para no tener que esperar una llamada telefónica. Rechazar para evitar el dolor de sentirse rechazada. Se dió cuenta de que era muy fácil herirla. Se preguntó cuántas personas que le encargaban trabajos sabían que estaba postrada en una silla de ruedas. El teléfono e Internet eran instrumentos útiles para mantener una distancia segura entre ella y sus clientes. Para protegerlos de la realidad y a ella de los prejuicios. Sin embargo, su incapacidad física no disminuía su valor como persona, sino todo lo contrario. El hecho de enfrentarse con buen talante a los problemas que la vida le arrojaba diariamente, hacía de Paula una mujer muy especial. Acabó de tomar su helado y, tras chuparse un pulgar, se volvió a ella.


—Me alegra oír que tengas en consideración lo que no quiero, Paula. Aquí estoy, sentado en el parque, en un día muy hermoso, junto a una mujer que me inspira pensamientos muy eróticos y lo único que realmente no quiero es hablar de negocios —declaró al tiempo que volvía la cabeza para mirarla.


—Mentiste —murmuró, sonrojada.


—Todo el mundo miente, Paula —declaró. Luego esperó a que ella le dijera que estaba equivocado, que era un cínico. Pero no lo hizo. No era tan ingenua—. Al menos lo he confesado. Pudiste haber dejado que comiera solo. Al ver que no lo hacías, pensé que te alegraba mi compañía. Desgraciadamente, eres una mujer tenaz y no vas a renunciar...


—¿Cuál es el punto en cuestión? —lo cortó bruscamente.


—El punto en cuestión es que preferiría no estropear este momento hablando de negocios. Pero, como soy un chico bueno, te dejaré...


—Son tus negocios —volvió a interrumpirlo.


—No quieres acompañarme a comer con el posible comprador la próxima semana porque... —Pedro hizo un ademán para que ella completara la frase.


Pero ella señaló al estanque con lo que le quedaba del cono de helado.


—Voy a dar de comer a los patos.


—Mejor —repuso con una sonrisa mientras partía el bocadillo y arrojaba pedacitos al agua—. Mucho mejor.





—¿No ha venido Paula contigo? —preguntó Leticia mientras lo seguía al despacho.


—No, pero he estado pensando cómo podemos utilizar sus ilustraciones —contestó, y acto seguido le explicó brevemente lo que tenía en mente—. Habrá que modificar ligeramente el material gráfico y, como no disponemos de mucho tiempo, Paula ha ido directamente a su casa a trabajar en ello.


—Paula es una mujer encantadora —Leticia se limitó a comentar. 


—Yo también lo creo.


—Pero vulnerable.


—¿Cuál es el punto en cuestión?


—No se me ha pasado por alto la forma en que te mira, Pedro. Sé que sus sentimientos no son asunto tuyo, pero no deberías estimularla. No es justo.


—Ella no es Leticia Appleby y yo no soy Alberto.


—Puede que no —rebatió sonrojándose ligeramente—. Pero sería un gesto bondadoso por tu parte atenerte estrictamente a los negocios.


—Espero que simpatices un poco conmigo, Leticia. Si hubieras mirado en la otra dirección, habrías visto cómo la miraba yo y, créeme, sean cuales sean sus sentimientos, Paula hace muy bien en mantenerme a distancia.


Leticia lo miró fijamente unos segundos.


—No le hagas daño, Pedro —dijo finalmente y, sin esperar respuesta, salió del despacho. 

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