jueves, 1 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 7

Pedro ocultó un gemido. La vida era mucho más sencilla en Estados Unidos. Allí simplemente era Pedro Alfonso, un hombre que destacaba por lo que hacía y cómo lo hacía más que por el hecho de ser descendiente de la amante de un alegre monarca británico. El título de vizconde Grafton era una cortesía de su padre. Cuando nació le había donado uno de los títulos que le sobraban y del que podría disfrutar a la espera del más importante. De todos modos, se había asegurado de que nadie en Nueva York lo supiera. El acoso a la aristocracia de rango menor era un cruel deporte al que los medios de comunicación británicos eran muy aficionados. Si se enteraban de su implicación en la empresa Coronet Cards se convertiría en el blanco de sus burlas. Mientras se burlaran del vizconde bien podría ser que los socios de Nueva York no lo relacionaran con él. En todo caso, unas cuantas burlas valdrían la pena si eso significaba que nadie en esa ciudad se enteraría de que había suspendido temporalmente su brillante carrera en el banco para rescatar a las Hadas del Bosque del desastre fiscal.


—¿Cómo se dirigían a Alberto en la empresa?


—Como señor Alberto, todos menos los miembros más antiguos del personal.


—Por ahora preferiría que me llamaran Pedro —dijo él.


—¿Todo el mundo?


—Sí.


—Bueno, si es eso lo quieres...


—Eso es lo que quiero —aseguró al tiempo que indicaba el despliegue de tarjetas de cumpleaños, platos de papel, servilletas y globos desparramados sobre la mesa de conferencias situada en un extremo del despacho—. ¿Y dices que este montón de cosas era la línea más rentable de Coronet? —preguntó, intentando ocultar su incredulidad.


—¿Nunca has visto el programa de televisión? —preguntó, sorprendida.


—No lo creo.


—Claro, seguramente no lo transmiten en la televisión estadounidense. Los personajes de las Hadas del Bosque fueron muy populares aquí, por eso Alberto compró una licencia por un plazo de veinticinco años con el fin de utilizar los personajes en tarjetas y artículos para fiestas infantiles.


—¿Has dicho veinticinco años?


—Las Hadas del Bosque han sido muy populares entre los niños de tres a seis años.


—¿Y cuánto pagó la empresa por la licencia?


—Fue un buen negocio —respondió ella, a la defensiva—. Esa línea de productos fue el principal sostén de la empresa durante muchos años.


—¿Fue?


—Las ventas han disminuido desde que la televisión ya no emite el programa.





Distraída por un sentimiento de frustración, Paula renunció a continuar con su trabajo. Toda la mañana había estado intentando no pensar en Pedro Alfonso, en los sensuales pliegues que se le formaban junto a los ojos cuando sonreía, en el modo en que éstos cambiaban de color. Seguramente, a esa hora todavía estaría durmiendo en Nueva York. Lo visualizó con la cara contra la almohada y las largas piernas despatarradas en la cama de uno de esos amplios departamentos con grandes ventanales del suelo al techo que dejaban pasar la luz a raudales. Sonrió al recordar que pocas personas eran capaces de enfrentarse a una silla de ruedas sin sentirse incómodas, pero él había superado la prueba con un sobresaliente. La periodista tan ansiosa por entrevistarla, sin poder ocultar su incomodidad, se había marchado cuanto antes prometiéndole una llamada telefónica. Y tal vez lo haría. «Valerosa mujer atada a una silla de ruedas se dedica a ilustrar hermosos libros...» Era una historia más atractiva que escribir sobre una fémina sana dedicada al mismo oficio. Recordó que, durante unos minutos, Pedro le habló como si no fuera una inválida, diciendo cosas que nadie habría soñado decir, incluso preguntándole si bailaba. Y cuando se había dado cuenta de que el baile nunca formaría parte de su repertorio, no había cambiado de actitud, no se había dirigido a ella como si fuera una estúpida. Cenar con él habría sido un placer nada frecuente en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario