martes, 6 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 10

Pedro se preguntó si sentiría el mismo afecto por él si se enteraba del agujero que había dejado en los fondos de pensiones. Deseó fervientemente que ella nunca tuviera que descubrirlo.


—No sabes cuánto agradecemos que la familia haya decidido mantener la empresa. Porque realmente nunca les entusiasmó, ¿No es así?


—Así es. Aunque la verdad es que tampoco se sentían exactamente entusiasmados con Alberto.


Alberto nunca había tenido necesidad de trabajar, pero nunca le había gustado el papel que le había tocado representar en la vida al nacer. No lo atraía ir de caza, ni la práctica de tiro, ni la pesca. Aparte de muchas otras cosas, ambos compartían esa falta de entusiasmo por los deportes favoritos de la aristocracia británica.


—Todos creímos que la compañía se iba a liquidar —continuó Leticia—. Y por supuesto que lo comprendimos. Los negocios no han prosperado en los últimos años. Eso habría significado una jubilación anticipada para todos nosotros. Pero, ¿Qué diablos haría yo entonces?


—Comprendo.


Había cosas peores que una jubilación anticipada como, por ejemplo, no poder disfrutar de ella, pensó Pedro. Pero si la empresa pudiera remontar hasta el punto de encontrar un comprador e invertir el dinero en una pensión vitalicia para los empleados, ella y todo el resto del personal nunca se verían en esa situación.


—No puedes imaginar el alivio que sentimos al enterarnos de que te harías cargo de la compañía.


—Sí, pero no podremos negociar hasta que hagamos algo respecto a la gama de productos para el próximo año. Así que, ¿Por dónde empezamos?


—Ya es un poco tarde. El plazo de entrega de los pedidos...


—Leticia, si voy a pagarle a ese hombre una comida cara, me gustaría tener algo que venderle mientras él se sienta satisfecho. ¿De dónde salen los nuevos diseños? ¿Alguna vez Alberto encargó a un artista un diseño conceptual que pudiera transformarse en un patrón para aplicar en una gama de productos?


—Últimamente no había hecho ningún encargo, pero Alberto tenía muchos contactos. Siempre se las ingeniaba para salir con algo nuevo.


—Eso no me ayuda mucho.


—No, lo siento. Aunque podrías mirar en su bargueño —sugirió en tanto indicaba el mueble en un rincón del despacho—. A veces compraba cosas que pensaba que podrían ser útiles y las guardaba allí —dijo, otra vez con los ojos llenos de lágrimas.


—¿Por qué no vas a almorzar mientras yo busco entre sus cosas? — sugirió al tiempo que la tomaba de la mano y la guiaba a la puerta, incapaz de hacer nada más para mitigar su pena.


—Lo siento.


—No te preocupes, te comprendo.


Cuando la secretaria se hubo marchado, Pedro se apoyó contra la puerta. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que también Leticia había estado enamorada de Alberto. Y no le cabía duda de que el viejo pillo lo sabía y había sacado ventaja de la situación. Entonces, se puso a revisar el contenido del bargueño sin el menor interés. Ni siquiera deseaba estar en ese país, pero era inútil postergar lo inevitable.



El primer cajón contenía una cantidad de antiguos dibujos botánicos, manchados y algo deteriorados en los bordes. Lo único favorable era que se trataba de ilustraciones cuyos derechos de reproducción habían caducado hacía uno o dos siglos atrás. El segundo cajón contenía una serie de personajes de canciones infantiles. Después de hacer una revisión a fondo, llegó a la conclusión de que Coronel era una empresa en decadencia. Hacía unos tres años que funcionaba a ritmo lento. Si le hubieran pedido su opinión, habría sugerido buscar un comprador preparado para hacerse cargo de la empresa a fin de añadir la marca comercial Coronel a la lista de sus posesiones. O liquidarla antes de que empezara arrojar pérdidas demasiado graves. Por el momento no tenía abierta ninguna de esas posibilidades, así que no le quedaba más alternativa que cambiar la política de la empresa.


—¿Te encuentras bien?


Paula alzó la vista de su segundo intento por dibujar la escena de la playa y descubrió a Daniela en el umbral de la puerta con el bebé en un hombro y una mirada de preocupación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario