martes, 13 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

 —No digo que sea imposible, Pedro, pero tienes que verlo desde el punto de vista del comerciante detallista. Sólo con un nombre de niño y de niña por cada letra del abecedario, ya tienes cincuenta y dos tarjetas. Ésa es una gran inversión en una sola gama de productos. Y naturalmente que sólo una tarjeta es la adecuada para cada cliente. Si no quedan tarjetas con el nombre de «Pablo», el cliente no comprará una que diga «Patricio» y se irá a buscar otra cosa en otra tienda.


—¡Diablos! Sí que es cierto. Y yo que pensé que había dado con la solución... —dijo al tiempo que giraba el sillón de piel hacia la ventana que quedaba a sus espaldas y se pasaba los dedos por los cabellos.


De inmediato recordó que Paula había hecho el mismo gesto dejando un pequeño rizo levantado que él deseó alisar con sus dedos.


—Bueno, mientras estabas ausente llamé a un par de antiguos clientes que en el pasado nos encargaron trabajos publicitarios. Quedaron de contestarme.


Tras respirar hondo, Pedro se volvió hacia ella.


—Gracias, Leticia. Sospecho que sin tí esta empresa habría desaparecido hace mucho tiempo.


—Es posible —convino antes de cambiar de tema y concentrarse en el libro de Paula—. Esta obra es única por su originalidad.


Una descripción que calzaba tanto con la artista como con su trabajo.


—Paula también lo es.


—Tal vez deberías considerar la posibilidad de ofrecerle un encargo y hacerle un contrato antes de que alguien más la descubra, ¿No te parece?


—Puede que tengas razón, pero dudo ser la persona más adecuada para negociar con ella. Por alguna razón se niega a tomarme en serio.


—¿Quieres decir que además de talentosa es una mujer inteligente? — preguntó, y al instante se puso roja—. Lo siento, eso no ha estado bien.


—No lo creas, Leticia.


Incómoda, ella se encogió levemente de hombros.


—A veces George hablaba de tí.


—Nada bueno, naturalmente.


—Te equivocas, él te quería mucho. Pero también se preocupaba por tí. Solía decir que te habías apartado de todo, menos de tu trabajo, y que cuando despertaras y te dieras cuenta de lo que te habías perdido, sería demasiado tarde.


—Nadie podría acusarlo de haber desperdiciado su tiempo.


—No.


—¿Era feliz?


—A veces. Durante breves períodos. Pero nunca dejó de buscar y de tener esperanzas.


—Tal vez debió apartar los ojos del horizonte por un momento y fijarse en lo que tenía más cerca —comentó pensando en las mujeres frívolas y glamurosas a las que su tío había dedicado tiempo y dinero a cambio del placer de ir del brazo de una beldad encantadora. Era una inclinación que habían compartido excepto que, a la inversa de George, él había aprendido a no entregar el corazón.


—Es cierto.


—Volviendo a la señorita Chaves, ¿Por qué no la llamas? Dile que te han nombrado coordinadora de compras de la empresa Coronet Cards.


—¿Coordinadora de compras? —preguntó, muy sorprendida.


—Si no te gusta puedes cambiarle el nombre. Hablaremos de un sueldo más apropiado posteriormente, ¿Qué me dices?


—No, no creo que yo... Realmente... ¿Estás seguro? —inquirió con ansia tras unos segundos de vacilación.


—No te subestimes, Leticia. Sabes más de este negocio que cualquiera de nosotros y como voy a depender bastante de tí, es justo que seas recompensada.


Ella lo pensó unos segundos y luego se volvió hacia él, aparentemente convencida.


—¿Y qué quieres que le diga a la señorita Chaves?


—Primero, quiero que le ofrezcas una opción de compra por estas ilustraciones antes de que algún editor inteligente decida adquirir el libro.


—¿Una opción de cuánto tiempo?


—De seis meses —decidió. No valía la pena prolongarla más. Si en ese plazo no habían utilizado las ilustraciones, estaba claro que ya no lo harían. Entonces volverían a manos de Paula, dejándola en libertad para venderlas a quien quisiera—. Y te autorizo para que negocies un precio razonable.

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