martes, 13 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 19

Pedro pensó que tal vez era egoísta, pero recordó que ella misma le había dicho que las posibilidades de encontrar un editor eran bastante escasas. Además, si Paula no quería venderle la opción, nadie lograría persuadirla.


—¿Y qué más?


—Bueno, nada específico. Háblale del mercado por si se le ocurre alguna idea y, si la tiene, ofrécele una comisión por el material gráfico.


—Veo que no pides mucho —Leticia comentó con ironía.


—Nada que no puedas manejar, estoy seguro. Pero si decides llevarla a comer, elije el restaurante antes con ella.


—Veamos hasta dónde podemos llegar con una llamada telefónica. Tienes su número, ¿Verdad?


Pedro lo había visto escrito en el teléfono de Paula el día de la fiesta, cuando había ido a buscar el whisky.


—Llámala a este número —dijo al tiempo que lo anotaba en un bloc de notas.


—De acuerdo, lo haré de inmediato. ¿Dónde vas? —preguntó al verlo camino de la puerta.


—No te preocupes, Leticia. No me voy a escapar. He de hacer una pequeña investigación básica, como por ejemplo, mirar las ofertas de la competencia, ir a las tiendas, hablar con los comerciantes minoristas... Esas cosas. Para cuando tengas algo interesante, tal vez me habré hecho una idea de este negocio.


—De acuerdo. ¿Cuándo estarás de vuelta? En caso de que la señorita Chaves lo pregunte.


—No lo hará.


Durante las últimas semanas se había sentido paralizado de rabia por la manera en que su carrera tan prometedora se había visto suspendida y por tener que dejar de lado una vida tan satisfactoria. ¿Paula habría sentido lo mismo tras el accidente? Ni siquiera podía imaginar el cambio brutal de su vida. Un cambio permanente, como volver a aprender incluso las cosas más sencillas de la vida cotidiana, cosas que una vez había dado por descontadas.  Él no había perdido nada. Dentro de seis meses volvería a retomar una vida que lo estaba esperando. Y si no la retomaba exactamente donde la había dejado, sería un poco más lejos. En esos momentos era necesario dejar de sentir autocompasión y hacer lo posible para convertir a Coronel en una empresa que los principales competidores se pelearan por comprar. Y tras esos seis meses de experiencia, sería un profesional mucho más eficaz en su trabajo. Y su trabajo era lo único que le importaba.


—A mí también me interesa saberlo. Así que dime cuándo volverás a la oficina.


—El jueves por la mañana. Podrás defender el fuerte hasta entonces, ¿Verdad?


—No sería la primera vez —observó Leticia, con suavidad.



Paula dió un brinco al oír el sonido del teléfono. No podía ser él. No quería que fuese él... Y odió la expectación que la dejaba sin aliento, el salto del corazón anticipando aquella voz que anhelaba oír, el hecho de delegar en otro toda perspectiva de alegría. Había renunciado al derecho a la autoindulgencia. Esos sentimientos eran para otras personas. Dejó pasar unos cuantos timbrazos antes de levantar el auricular con el corazón galopante. Entonces respiró lentamente.


—Paula Chaves. ¿Diga? —dijo con voz clara, imperturbable. Una voz que no la traicionaba. Una lección duramente aprendida.


—Señorita Chaves, me llamo Leticia Appleby. Soy... Soy la coordinadora de compras de la empresa Coronet Cards —la saludó. «No es él», pensó Paula con el corazón más tranquilo, aunque se debatía entre la desilusión y el alivio—. Señorita Chaves, ¿Está ahí?


—Lo siento, sí...


—Espero no importunarla, pero me gustaría hablar con usted respecto a la compra por parte de Coronet Cards de una opción por seis meses de las ilustraciones de su abecedario.


—Vaya...


¿Coronet Cards? ¿Pedro quería sus dibujos y le había pedido a otra persona que la llamara para hacerle una oferta? 

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