jueves, 8 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 13

 —El teléfono está ocupado. Oye, el sábado te pedí que cenaras conmigo y tú me rechazaste por charlar con una periodista. Hoy te he invitado a comer al restaurante más romántico de la ciudad y has alegado que estabas muy ocupada. Y ahora ni siquiera piensas invitarme a compartir tu almuerzo, aunque yo lo haya traído.


—Tú lo has dicho: Soy una bruja. Y el próximo truco mágico es que te voy a convertir en un sapo si no te marchas en treinta segundos.


—¿Estás segura? —preguntó. No la había engañado con la freta del teléfono, así que decidió marcar el número antes de llevárselo al oído. Aunque esa vez sí que estaba ocupado—. ¿No tendrías que besarme para deshacer el hechizo? 


Paula deseó que la sugerencia no fuese tan atractiva. Ya le resultaba bastante difícil desviar la mirada de su boca para que él le diera más ideas...


—Por el amor de Dios —dijo bruscamente, desesperada por borrar la imagen de esos labios de su mente—. Ya puedes dejar de fingir que estás llamando un taxi.


—¿Fingir? —exclamó con exagerado horror, aunque sin lograr impresionarla.


—Sí, fingir. Como no he tenido nada más que interrupciones durante toda la mañana, bien puedes quedarte a comer uno de esos bocadillos. Luego, cuando me cuentes qué deseas, te echaré, tengas o no un medio de transporte.


—¿Qué te hace pensar que quiero algo más que tu compañía?


—No olvides que puedo leer los pensamientos. Iré a buscar unos platos. ¿Quieres beber algo? —preguntó al tiempo que maniobraba la silla de ruedas en dirección a la cocina.


—Encontrarás una botella de Sancerre fría en la encimera.


—¿Sancerre? —comentó al tiempo que se volvía a mirarlo con severidad, como si fuera un pillo que algo se traía entre manos.


Él se limitó a sonreír.


—Sé lo que significa esa mirada. Me ofrecería a descorchar la botella, pero estoy muy cómodo aquí.


—No tenías intención de marcharte, ¿Verdad? —preguntó intentando evitar una sonrisa.


—No, pero ambos sabemos que realmente no ibas a echarme.


—Mi error ha sido dejarte entrar.


—No tenías más opciones desde el momento en que atendiste al timbre de la puerta —replicó. Al darse cuenta de que no le convenía mostrarse presuntuoso, se apresuró a añadir—: Tú nunca serías capaz de una grosería semejante.


—Claro que sí —le aseguró—. No te imaginas cómo puedo deshacerme de los visitantes cuando no quiero que me perturben. Soy capaz de imitar perfectamente el inglés de Juana, el ama de llaves griega de Dani. Aunque en este caso no lo habría hecho.


—Gracias. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario