—Sí que estás en un lío, chico —dijo al tiempo que le llenaba la copa—. Sírvete otro de estos excelentes bocadillos ¿Y cómo piensas que puedo ayudarte?
—No lo sé. Necesitaba hablar con alguien que no es—tuviera implicado en el asunto. Los empleados de Coronet están muy inquietos porque temen perder su puesto de trabajo, y a la familia le aterroriza un escándalo.
—¿Y todos esperan que tú los salves del naufragio?
—No soy ningún héroe. También tengo que pensar en mi reputación.
—Por no mencionar el apellido familiar —insinuó con ironía—. Eso es mucha presión.
—Una presión que puedo manejar. Pero se necesita algo más. Algo que no poseo. ¿Tú no te dedicas a hacer ilustraciones para niños?
—Pero no diseños conceptuales de la calidad que tú necesitas. ¿No podrías negociar con la televisión la licencia de sus novedades infantiles?
—Ya lo han hecho compañías más grandes que Coronet y con más dinero, claro está. No, debo empezar con mis propios diseños.
—¿En una semana?
—Sé que es ridículo, pero tengo que intentarlo. ¿Estás segura de que no tienes nada en el fondo de un cajón?
—Totalmente segura. Si me ofreces una comisión haría lo imposible por crear algo, pero no puedo garantizarte el impacto inmediato que necesitas.
—¿Y qué pasa con tu libro? ¿No te llevó Daniela a hablar con una periodista sobre un libro que has ilustrado?
—Ya veo dónde conduce esto —dijo al tiempo que se ponía rígida y alejaba un poco la silla de la mesa. Unos centímetros que a ella le parecieron muchos metros—. Siento desilusionarte, pero no es lo que buscas. Los niños todavía no se han enamorado de mis personajes. Por lo demás, se trataba de un abecedario especial que diseñé como regalo de cumpleaños para Nicolás.
—Entiendo. ¿Y le gustó?
—Por supuesto. Todos los dibujos se han convertido en sus amigos favoritos.
—¿Y tienes por ahí un ejemplar? Me gustaría echarle un vistazo.
Ella se acercó a un armario y sacó un libro. Las ilustraciones estaban impresas en un papel de gran calidad y las cubiertas eran de madera azul. Estaba claro que el ejemplar era un fino trabajo artesanal que no parecía hecho en casa.
—No te va a ser de utilidad. ¿Quién va a comprar una tarjeta de cumpleaños con un dibujo que indica que la letra G se utiliza para nombrar un globo?
Las ilustraciones eran vivas, brillantes, frescas y atractivas. Pedro pensó que ella tenía razón. En un papel de regalo parecían maravillosas, pero no ocurriría lo mismo con una tarjeta de felicitación.
—Los globos son muy coloridos.
—Pero no exactamente personales.
—Siento no poder utilizar tus ilustraciones.
—A mí también me desilusiona. Los derechos por la venta de tarjetas me vendrían muy bien. Mientras tanto, tengo un encargo que terminar cuanto antes si quiero comer el próximo mes —dijo al tiempo que instalaba la silla ante el tablero de dibujo—. Gracias por el almuerzo. Siento que tu visita haya sido inútil.
—No ha sido inútil. He aprendido mucho. Si se me ocurre otra idea brillante, ¿Puedo comunicártela para que me la destroces?
—Me hace feliz poner a un hombre en su sitio. La próxima vez trae un bocadillo de aguacate.
«Casi una invitación», pensó Pedro con una sonrisa que guardó para sí al tiempo que miraba por encima del hombro de Paula hacia la ilustración que pintaba. Se trataba de la silueta de una pareja reflejada en el agua a la orilla del mar durante una puesta de sol. El color al pastel y el estilo eran muy diferentes a las ilustraciones del abecedario. No era su primer intento, al parecer. Sebastian se inclinó a recoger una ilustración que ella había descartado. Era casi idéntica a la otra, pero había dibujado algo en la parte superior.
—¿Qué es esto?
Ella se volvió a mirar lo que sostenía en la mano y se sonrojó.
—Nada. Una idea para una tira cómica, eso es todo.
—Una superheroína en una silla de ruedas. ¿Tiene nombre?
—Sí, Hattie Hot Wheels. ¡Y no te atrevas a reír!
—Como si fuera a hacerlo. Verdaderamente tienes mucho talento, Paula.
Ella le dirigió una mirada fugaz.
—No puedes quedarte con la ilustración de la pareja. Es un encargo para la historia de una revista.
—No, no era mi intención. Has captado muy bien la melancolía de una tarde de fines de verano.
Algo en la mirada de ella le hizo pensar que la historia era el fin de algo, no el principio.
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