martes, 20 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 27

Eso era más importante que una incomodidad momentánea. Eso y asegurar las pensiones de jubilación de Leticia y del resto del personal de la empresa. Esas cosas perdurarían aun después de que Pedro hubiera regresado a Nueva York y olvidado todo lo sucedido entre ellos. Tenía que comportarse como si nada hubiera ocurrido. Como si el beso de un hombre tan apuesto fuese algo normal, algo que no merecía un segundo pensamiento. Así que Paula escondió sus sentimientos y toda la magia de lo ocurrido tras una radiante sonrisa.


—El que llegue el último paga los helados.


—¿Quieres echar una carrera conmigo?


—¿Crees que podrías ganarme? Oye, sería una pena desperdiciar ese bocadillo. Estoy segura de que los patos te lo agradecerían.


—¿Los patos? —preguntó Pedro, que todavía intentaba recuperarse de la caricia que lo había dejado tembloroso—. De acuerdo — dijo al tiempo que volvía sobre sus pasos para recuperar el bocadillo de la basura.


No había tenido intención de besar a Paula. Había sido un gesto espontáneo que le sirvió para darse cuenta de que en los últimos años había controlado excesivamente sus emociones. No había habido el menor artificio en la caricia, el menor cálculo. Había sucedido tan repentinamente que sintió que era algo bueno. Y todavía le parecía bueno al recordar el modo en que los labios femeninos habían buscado los suyos, el aroma de su piel. Sí, perfecto. Si por primera vez en muchos años se dejaba llevar por el corazón más que por la cabeza, tenía que reconocer que la experiencia había sido algo más que un susto. Aunque en ese instante no habría sabido decir si su corazón latía de deseo o de terror.


—¿Estás segura de que los pepinillos no le harán daño a los patos? — preguntó, y al no tener respuesta, se volvió hacia ella; pero Paula se había alejado aceleradamente.


Por un segundo temió que hubiera aprovechado su distracción para escapar de él, pero al ver que se detenía junto al carrito de los helados y hablaba con el hombre, no pudo menos que reír.  Era posible que el beso la hubiera tomado por sorpresa, lo mismo que le había ocurrido a él, pero no la había escandalizado aquella descarada libertad. De hecho, Pedro estaba seguro de que, tras la sorpresa, ella le había devuelto la caricia. Aunque no podía negar su terror, reconoció que estaba preparado para correr el riesgo por esa mujer. Así que, sonriendo, se reunió con ella. Paula ya había hecho el pedido y en ese momento le tendía unas monedas al heladero.


—Buena jugada, Paula, aunque creí que el perdedor tenía que pagar.


Ella recogió el cambio y Pedro los helados.


—Olvidé lo del perdedor, desgraciadamente —comentó encogiéndose de hombros en un gesto casual.


—Eres una mujer. Y las mujeres siempre llevan ventaja —rebatió al tiempo que desviaba la vista hacia los patos para no mirar la boca de Paula, que saboreaba su helado. Pedro no pudo dejar de pensar cómo sentiría esa boca, fría por el helado y cálida bajo su lengua.


Paula dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. Habían pasado la escena del beso sin incomodidad, dispuestos a reanudar la conversación. Seguro que, al ser hombre, Pedro olvidaría lo sucedido y ambos continuarían con su relación profesional. Porque ella en ningún momento pensó que el beso hubiera sido algo especial para él. Había sido uno de esos besos oportunos. Los labios de ella habían estado a mano y él... Bueno, no sabía a ciencia cierta en qué había pensado. Sin embargo, podría haber habido un mensaje como «Eres una mujer... Y te deseo». Había sido un beso que podría conducir a algo más, o tal vez no. En todo caso había sido memorable y lo único que tenía que hacer era evitar que Pedro se sintiera culpable por haberla invitado a dar un paseo. No quería que pensara que ella podría tomar la caricia como una declaración de... Cualquier cosa. Como gesto de independencia, se alejó de él y acercó la silla a la orilla del estanque.


—Verás, estaba pensando en hacer un friso para la habitación de Nicolás —comentó con naturalidad, entre dos bocados de helado. Fue fácil. Hacía mucho tiempo que gobernaba el arte de ocultar sus sentimientos—. Utilizando el alfabeto —añadió y, al ver que no contestaba, se volvió a mirarlo. Parecía más interesado en los patos que en sus palabras—. Si quieres, podría hacer una maqueta para tu reunión de la próxima semana—insistió. 

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