jueves, 15 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 22

Pedro se detuvo un minuto en el umbral de la puerta antes de que las mujeres se dieran cuenta de su presencia, absortas como estaban en lo que hacían. Se concedió un minuto entero de gracia para observar a Paula llevarse los dedos a los cabellos, desordenando algunos rizos, mientras examinaba con atención los impresos desplegados ante sus ojos. Un minuto para observar el ceño que se fruncía y luego se alisaba cuando una idea la complacía. Un minuto para sentir el agrado de verla en su terreno y para reconocer otra emoción: Algo más oscuro, celos de que hubiera respondido a la llamada de Leticia cuando parecía que su propia llamada había caído en oídos sordos. Era ridículo. ¿Celoso? En absoluto. Había que estar emocionalmente comprometido para sentir algo tan inútil, una pura pérdida de tiempo, en todo caso. El brillo de los aretes de oro en las orejas y una camisa de seda de color ámbar, que sabía que combinaba perfectamente con el color de sus ojos, atrajeron su atención hacia la parte superior del cuerpo. Los hombros eran fuertes y los brazos, largos y ágiles. Un vaquero de color verde enfundaba las piernas que terminaban en unas botas de ante de color chocolate. ¿Cómo pudo haber pensado que era una mujer común y corriente? Estaba claro que aquella mujer irradiaba fuerza y poder. No se movió, ni siquiera hizo ruido; pero de pronto ella se volvió bruscamente, como si instintivamente hubiera sentido su presencia. Y tuvo otro instante de gracia cuando por un segundo ese rostro fue enteramente suyo antes de ocultarlo tras la máscara protectora, cálida e inteligente que hasta entonces él ignoraba que llevara habitualmente. Un instante que le hizo creer que ella estaba tan contenta de verlo como él de encontrarla allí.


—Pedro, creí que no vendrías hasta mañana. 


¿Por eso había ido a la oficina? ¿Porque estaba segura de que él no estaría allí? ¿Intentaba evitarlo deliberadamente?


—Hola, Paula —saludó, más intrigado que ofendido.


—Hola —respondió ella.


En lugar de besarla en la mejilla como hubiera sido su deseo, se acercó a la mesa, a sabiendas de que un gesto tan casual como ése no tenía lugar en su relación con Paula.


—¿Leticia te ha traído en calidad de asesora? —preguntó en tono fingidamente ligero al tiempo que tomaba una de las maquetas.


—Sí —Leticia intervino rápidamente antes de que ella pudiera negarlo. Paula se encontró atrapada entre exponer a Leticia o participar en la mentira—. Al menos he hecho la oferta. Aunque voy a necesitar un poco de ayuda para convencerla.


—Encantado de ayudarte, Leticia —dijo mirando fija—mente a Paula—. Estas ilustraciones tienen clase —comentó al tiempo que pensaba: «Igual que la mujer»—. También me gusta tu idea de imprimirlas en tarjetas, Paula.


—Gracias.


Pedro no había apartado los ojos de ella, y ella le devolvió la mirada. Una mirada directa, desafiante. Tuvo la clara impresión de que estaba enfadada con él, aunque no podía imaginar cuál era la razón.


—Leticia, ¿Por qué no consigues muestras de marcos y evalúas los costes?


—Voy de inmediato —dijo la secretaria antes de salir y cerrar la puerta.


Todavía con los ojos fijos en Paula, él volvió la tarjeta de modo que quedó frente a ella.


—Cuando encontré estas ilustraciones botánicas pensé que no eran más que basura.


—Estaban un poco manchadas solamente. Utilicé tu ordenador para hacerles un escáner y limpiarlas. El truco consiste en no limpiarlas demasiado para que no pierdan su pátina, sólo quitarles el aspecto raído.


—Un buen trabajo —aseguró, y al darse cuenta de que Paula tenía que esforzarse para mirarlo, se sentó junto a ella—. ¿He hecho algo que pudiera haberte contrariado, Paula? 

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