martes, 20 de septiembre de 2022

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 28

 —Agradezco todas las ideas —dijo él finalmente, acomodándose en el césped junto a ella—. Pero Leticia pedirá al departamento de producción que se encargue de todos los diseños de maquetas.


Lo que significaba que no quería implicarla en su empresa más de lo necesario, pensó Paula.


—Si eso es lo que prefieres... —accedió con un tono que intentaba ocultar cualquier sugerencia de sentirse rechazada.


¿No era eso lo que ella misma quería?


—Para eso se les paga, Paula —declaró, al parecer consciente de su desilusión.


—No te preocupes —replicó despreocupadamente, esforzándose por recuperar el respeto a sí misma—. Te cobraré cada minuto de mi tiempo.


—Eso está muy bien —dijo al tiempo que la miraba—. Si pago por tus servicios me corresponde a mí decidir lo que hagas —agregó con suavidad, pero con firmeza.


Una advertencia para que no lo pusiera a prueba de esa manera, pensó Paula.


—¿Qué tienes pensado?


Durante un instante sus ojos se encontraron y la atmósfera entre ellos se tornó tan cálida y peligrosa que si Paula hubiera estado de pie, habría retrocedido. Entonces, Pedro permaneció con los ojos cerrados un segundo, como si cerrara una puerta. Cuando los volvió a abrir estaban serenos, ligeramente distantes.


—Primero, quiero que me acompañes a echarle una mirada al equipo informático.


—¿Sí? —preguntó. Naturalmente que le interesaba acompañarlo, porque podría hacer sugerencias sobre la composición. Pero estaba claro que demasiado tiempo junto al inquietante Pedro Alfonso no era prudente. Ni siquiera debió haber ido al picnic en el parque. Lo más sensato sería interponer a Leticia entre ellos. Y Paula intentó actuar con sensatez—. No sé casi nada sobre equipos informáticos. 


—No quiero que me acompañes por eso. Es posible que me equivoque, pero mis investigaciones me han hecho concluir que son las mujeres quienes compran la mayoría de las tarjetas de felicitación.


—¿Y pie necesitas para eso? Se me ocurre que lo único que necesitas es hacerlas en tono rosa —sugirió con inocencia.


—¿He tocado algún punto sensible? ¿Voy a tener que oír una conferencia basada en el manual de las feministas? —preguntó sonriendo.


—¿Estás familiarizado con el tema?


—Como todos los hombres de mi generación, Paula —comentó al tiempo que moldeaba el helado con la lengua, excitando zonas del cuerpo femenino que ella había olvidado que existían—. ¿Es en este momento cuando tengo que decir que me avergüenzo profundamente de lo que he dicho?


Paula sabía que le estaba tomando el pelo, pero se sentía tan aliviada de dar rienda suelta a una emoción que no tenía que esconder, que lo miró con exagerado enfado.


—No te creería, incluso aunque lo hicieras.


—Sí, señora —replicó con sorna.


Paula tuvo la certeza de que él disfrutaba de la situación. Y eso era bueno. Volvían a los antiguos pinchazos bien intencionados.


—Lo que necesitas es un amable comerciante detallista dispuesto a poner en funcionamiento el equipo y así sondear el mercado —sugirió.


—Aunque podría ser complicado. Verás, tendría que ser un comerciante independiente, porque si logro interesar al comprador mayorista que veré la próxima semana, querrá un contrato en exclusiva para su cadena de tiendas.


—Nada menos que ochocientas tiendas.


—Como dijiste, es un buen montón de tarjetas —convino Pedro.


—Puede ser, aunque los comerciantes independientes también tienen derecho a ganarse la vida —rebatió Paula.


—Estoy de acuerdo. Pero desgraciadamente son ventas al por menor. Las cadenas comerciales son las únicas que pueden comprar grandes cantidades. Y cuantas más ventas haya, más dinero ganarás.


—¿Crees que voy a comprometer mis ideales en beneficio propio? 


—¿No es ésa la razón que te ha traído a compartir tu almuerzo conmigo?


Era cierto que había dicho algo por el estilo, no podía negarlo.


—Una de las razones. Bueno, voy a pensarlo. Por lo demás, si el público compra las tarjetas, también comprará el abecedario a juego.


—De acuerdo entonces, pero no olvides que necesito que le eches una mirada al prototipo. Sé que puedo confiar en ti para que me digas lo que piensas. Estoy seguro de que nunca te dejarías llevar por mi opinión si detectas imperfecciones en el sistema.


—Ni por un segundo. Cuenta con ello.


—¿Dispones de tiempo libre el sábado por la mañana? ¿O tienes un encargo que necesita toda tu atención?


Nada importante. Pero en la batalla de su propia conservación se negaba a entregarle una invitación abierta para disponer de su tiempo o de su corazón.


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