jueves, 21 de julio de 2022

Paternidad Inesperada: Capítulo 5

 –¿Está todo bien? –le preguntó él, estudiándola con la mirada.


–Sí. Iba a ponerle algo más de beber y algo de comer y…


–No necesito nada, gracias, pero al parecer ha habido un cambio de planes y voy a tener que ir al ballet en cuanto nos bajemos del avión.


–Sí. A ver el estreno de Two Loves. Estamos muy emocionados. Es una producción increíble.


Lo era, y ella habría dado cualquier cosa por poder participar, pero estaba lesionada. Así que tenía que ocupar sus días dando clases a jóvenes y en el fisioterapeuta. Y atendiendo a aquel hombre…


–Y tú eres el rostro del British Ballet. Qué bien –comentó él, mirándola fijamente y asintiendo–. Imagino que habrás hecho los deberes. Necesito saber los nombres y las biografías de todas las personas a las que vamos a ver.


Pedro echó a andar por la cabina y ella se quedó donde estaba, sin saber si debía seguirlo, tranquilizarlo, o desaparecer de la faz de la tierra. Lo vió mirar una pantalla con muchos números y después, poner un partido de rugby, deporte que la horrorizaba.


–¡Vamos! –gruñó Pedro.


Era evidente que a Pedro Alfonso le gustaba. Paula esperó y… Miró la pantalla, pero tuvo la sensación de que se había convertido en parte del mobiliario. Y pensó que era guapo, pero que no tenía el encanto de su madre. Entonces lo vió girarse hacia ella y fruncir el ceño. Apagó la pantalla conel mando a distancia y lo dejó caer sobre un sillón.


–Tengo planes para después, así que me gustaría acabar con esto a las diez. ¿Empezamos?


Le hizo un gesto con la cabeza para que se sentase en la pequeña sala de estar en la que había cuatro sillones y una mesita de café. Él se puso cómodo mientras que Paula se sentaba con la espalda recta, las rodillas juntas y una sonrisa clavada en el rostro.


–De acuerdo, vamos a empezar por lo básico. Eres bailarina de esta compañía, pero te has presentado voluntaria para ser mi asistente solo por esta noche.


–Más o menos –le respondió ella.


–¿Y cuál es tu historia? ¿Por qué tú? –inquirió él.


–No hay mucho que contar. Llevo con el BB desde que tenía once años –le explicó ella, dándose cuenta de que la estaban entrevistando para un trabajo que ni siquiera quería–. Esta noche no voy a bailar, así que supongo que era la opción más obvia.


–¿El BB es el British Ballet?


Ella sonrió al escuchar una pregunta tan tonta.


–Sí. La compañía tiene cincuenta años. Yo empecé en la escuela, después pasé al cuerpo y más tarde me convertí en solista. Algún día espero ser bailarina principal. Así que sé todo lo que hay que saber.


–¿También sabes todo lo que hay que saber acerca de los temas políticos que se van a tocar esta noche?


Ella lo miró y recordó sus notas. Se preguntó dónde las había puesto. Las había escrito en la cocina, las había numerado y… ¿Qué había hecho con ellas después?


–¿Estás preparada, verdad? Porque si hay algo que debes saber de mí es que no me gusta improvisar.


«A mí tampoco», quiso responderle Paula. Por eso había pasado tanto tiempo tomando notas acerca de temas que no le resultaban en absoluto interesantes, pero no podía darle una mala contestación a su patrocinador. Sobre todo, teniendo en cuenta que ella misma había conseguido una beca gracias a la generosidad de personas como Ana Alfonso, tal y como le había recordado el director de la compañía.


–No le defraudaré. La señora Alfonso confía en mí.


–Por supuesto –le contestó él.


¿Pero dónde tenía las notas? ¿En el bolso? ¿O en algún bolsillo? ¿Se las habría olvidado en el metro? Él echó la cabeza hacia atrás y la estudió con una ceja arqueada.


–Por cierto, ¿Desde cuándo conoces a mi madre? Al parecer, está encantada contigo.


–¿De verdad?


Pensó que había tenido las notas justo antes de subirse al coche…


–Sí. Y no serías la primera que quiere hacerse amiga de mi bondadosa e increíblemente generosa madre.


¿Por qué le estaba diciendo aquello? ¿Pensaba que quería ser amiga de su madre? ¿O que quería estar allí, haciendo aquello?


–No he venido a hacer amigos. Estoy aquí porque me han dicho que venga.


Él se puso más serio. Era evidente que había ido demasiado lejos. 

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