martes, 12 de julio de 2022

Atracción: Capítulo 43

 –Esta vez, como la última vez... –soltó el aliento lentamente–. Pero alguna vez ya no estará tan bien. Y a la abuela le va a dar algo ese día.


Paula trató de rodearle con el brazo, pero él retrocedió.


–No deberías meterte en los asuntos de mi familia.


Paula se sintió como si acabaran de darle una bofetada. Respiró hondo, una vez, y otra vez.


–No me estoy inmiscuyendo en la vida de nadie. Ya te he dicho que Carolina me llamó.


La mirada de Pedro se llenó de sospecha, algo que no veía desde el día en que le había conocido.


–¿Y por qué no me llamaste?


–Carolina no estaba lista para verte.


–Y no se te ocurrió pensar que debía saber lo que le había ocurrido a mi hermana.


–Era tarde. Si sus heridas hubieran sido más serias...


–La policía consideró que esto era lo bastante serio como para llamarme.


–¿La policía?


–El coche también es mío. Pero esta es la última vez que hago algo así –se pasó una mano por el cabello–. Carolina tiene que lidiar con las consecuencias de sus actos. Tiene que aprender a reparar el daño que hace, en vez de dejar que otros arreglen las cosas.


–Es muy joven todavía.


–Solo tiene un año menos que tú.


Paula se sorprendió.


–Parece mucho más joven.


–Eso es porque sigue comportándose como una niña malcriada y mimada. Se parece demasiado a nuestro padre. Mi abuela le sacó de tantos líos que nunca aprendió de sus errores. Carolina es igual.


–Todo el mundo comete errores.


–Pero ella comete más que la mayoría.


–Tú eres su hermano mayor. Ayúdala a averiguar qué debe hacer para no meterse en tantos líos.


–Lo he intentado.


–Pues inténtalo una vez más.


–Odia su trabajo en Fair Face –Pedro hizo una pausa–. No quiero que termine como nuestro padre.


–Pues entonces está claro que no puedes obligarla a hacer un trabajo que no quiere. A lo mejor está mejor trabajando en otro departamento, o en otra empresa. Si la ayudas a encauzarse, será capaz de valerse por sí sola. Tienes que apoyarla, que ayudarla. Eso es lo que hace la familia.


–He sido un estúpido...


–Carolina lo entenderá –dijo ella, interrumpiéndole.


–Contigo –le acarició el rostro–. No esperaba verte aquí. Me ha pillado desprevenido.


–Lo entiendo.


Paula le miró a los ojos. Quería dejarle entrar en su corazón y en su vida, pero él no quería entrar todavía, y tal vez no querría nunca.




Esa semana transcurrió con lentitud. No había vuelto a ver a Paula desde aquella noche en el hospital. Se había portado mal con ella y se arrepentía mucho de ello, pero no podía dejarla entrar en su corazón. No estaba preparado para una relación seria. No había vuelto a llamarla en toda la semana. Ni siquiera le había mandado mensajes de texto. Necesitaba poner algo de distancia. Era viernes por la tarde, y allí estaba de nuevo, enfrascado en otra reunión interminable, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera Paula Chaves. Pedro miró a su alrededor. Había una atmósfera extraña en la sala de juntas ese día. Adrián, el director de ventas y marketing, miró el reloj por enésima vez. Martín, el director de publicidad, parecía tener ganas de jugar a las casitas y no dejaba de limpiar la mesa y de recolocar sillas y papeles mal puestos. Pedro golpeó la mesa con la punta del bolígrafo.


–¿Hay algo más que discutir?


Los ejecutivos intercambiaron miradas.


–¿Qué pasa?


–Nada.


–¿Nada?


–Nada.


Los tres hablaron a la misma vez.


–¿Me lo van a decir?


Los directores volvieron a mirarse. Adrián se aclaró la garganta.


–Estamos un poco impacientes.


–Bueno, terminemos de una vez entonces.


Soledad, la nueva directora de relaciones públicas, se puso en pie de repente. Miró hacia la puerta. 

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