El jueves Paula imprimió unos cuantos correos electrónicos para Betty.
–Estos son los pedidos. Qué pena que no tengamos productos para vender.
Betty hojeó las páginas.
–Podemos hacer un primer lote y venderlo, ¿No? Seguimos usando ingredientes naturales, conocidos, así que no deberíamos tener problemas –Betty miró a Paula–. Pero pregúntale a Pedro, para estar seguros.
–Le mandaré un mensaje.
Era más seguro que hacerle una llamada. Además, no necesitaba oír su voz.
–Deberíamos escoger un evento, poner un puesto y vender los productos.
–Stumpdown es en julio, pero es demasiado pronto. Enumclaw es un par de semanas más tarde, en agosto. A ese va gente de todos sitios y hay muchas especialidades para razas.
–Suena bien. Ponlo en tu calendario.
–Vamos a tener un verano muy ajetreado con todos los concursos en los que nos hemos apuntado –dijo Paula.
–Pedro puede acompañarte.
–Solo somos...
–¿Amigos? He visto cómo te mira. Nunca ha mirado a ninguna otra mujer así, ni siquiera a su ex.
Carolina le había contado algo acerca de esa antigua novia mientras la maquillaba para su cita.
–Pedro es un buen hombre.
–Sí, pero sigue siendo un hombre. Toman todo lo que les ofreces y tratan de mantener el status quo durante el mayor tiempo posible.
–No entiendo.
–No te acuestes con Pedro hasta que tengas una alianza en el dedo.
Paula sintió que le ardían las mejillas.
–Solo nos hemos dado unos besos.
–Bueno, debieron de ser unos besos muy apasionados, según lo que ví.
Paula se tapó la boca con la mano.
–No sientas vergüenza. Puede que sea vieja, pero fui joven alguna vez. Lo que se regala no se aprecia. Eso no cambia.
–Lo tendré presente.
El viernes por la tarde Pedro llegó a lo que parecía un bar del Viejo Oeste. Tenía una cita con Paula. Llevaba dos días sin verla, dos de los días más largos de toda su vida. Nada más verla, el corazón le dió un vuelco. Estaba en la acera, esperándole.
–Has venido directamente de la oficina –le dijo ella.
–Me entretuve en una reunión –le dió un beso en la mejilla–. Creo que mi ropa es demasiado formal.
–Quítate la chaqueta y la corbata.
–No hace falta.
Le tiró de la corbata.
–Lo digo en serio. Tienes que quitártela ahora.
–No te preocupes.
–Te vas a arrepentir de no...
Él se llevó un dedo a los labios.
–Shhh.
–Tú te lo pierdes.
Pedro no entendía de qué estaba hablando.
–¿Qué tal el día?
–Bien. Revisé nuestra nueva web e hice una lista de cambios para el diseñador.
–Mándame la dirección web en un mensaje. Estoy deseando verla.
–A Carolina se le ocurrió el nombre. Betty's Top Dog Products –abrió la puerta del restaurante–. Me sorprende que la abuela haya metido a mi hermana en esto.
Paula entró.
–Carolina quería ayudar.
–Debe de tener un motivo oculto.
–¿Y no te basta con pensar que lo hace porque es buena chica?
–Mi hermana nunca hace nada por ser buena chica –dió un paso y entonces sintió que algo crujía bajo la suela de su zapato. Era una cáscara de cacahuete–. Una moqueta muy interesante.
El sitio era muy pintoresco. El olor a fritanga saturaba los pulmones.
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