jueves, 7 de julio de 2022

Atracción: Capítulo 39

Paula señaló un cartel que decía: "Prohibido llevar corbata".


–Deberías quitártela.


–A nadie le importa lo que llevo aquí.


Paula deslizó dos dedos sobre sus labios, como si cerrara una cremallera.


–No volveré a mencionarlo.


La camarera llevaba una camiseta de tirantes y unos vaqueros super cortos y ceñidos. Les condujo a una mesa.


–Enseguida vienen a tomarles nota –dijo, dándoles la carta.


Pedro miró a su alrededor. Los clientes habían escrito sus nombres en la madera que cubría las paredes. A Leandro le hubiera encantado.


–¿Vienes aquí a menudo?


–No, pero es uno de mis lugares favoritos.


–Nunca había oído hablar de él.


–Bueno, pues ya es hora de que descubras uno de los tesoros escondidos de Boise.


Pedro leyó el menú. Casi todo era carne roja, patatas fritas, hervidas, en puré...


–Buenos días, señor, señorita. Soy Jesica, su camarera.


Una chica voluptuosa y alegre se detuvo delante de la mesa. También llevaba vaqueros cortos y la camiseta le estaba tan pequeña que por lo menos necesitaba dos tallas más.


–Veo que tenemos a un nuevo cliente en nuestro restaurante. Bienvenido, señor. Creo que no ha visto el cartel.


–¿Qué cartel?


Paula sacudió la cabeza.


–El cartel que dice: «Prohibido llevar corbata».


–Lo he visto.


–Entonces solo puedo hacer una cosa –la joven sacó unas tijeras de un bolsillo trasero y le cortó la corbata por encima del nudo sin pensárselo dos veces.


–¿Pero qué...? –Pedro se quedó mirando su pobre corbata mutilada–. Era una corbata de seda.


–Ya te lo dije. Más de una vez.


–No me dijiste que destrozarían mi corbata. 


Jesica se encogió de hombros.


–Ya ha visto el cartel y lo ha desobedecido. Este es el precio.


Pedro no daba crédito a lo que estaba ocurriendo.


–¿Y qué pasa con la corbata ahora?


–Pasa a formar parte de nuestra decoración –dijo Jesica–. Mire al techo.


Pedro lo hizo. Cientos de corbatas de todos los colores colgaban del techo.


–Deberías haberme escuchado –le dijo Paula–. Pero tampoco me esforcé mucho por convencerte. Nunca me ha gustado mucho esa corbata amarilla, así que la pérdida no es muy grande, en mi opinión.


–El rojo es un color de poder –Jesica se metió la corbata en el sujetador–. Al amarillo es...


–Demasiado soso.


Pedro la miró con ojos de estupefacción. Su abuela le había dicho lo mismo. Casi se echó a reír.


–Tienen los cacahuetes, la carta y mucho sentido del humor.


-Volveré enseguida para tomarles nota –dijo Jesica.


–Espero que no estés molesto por lo de la corbata.


–Es culpa mía. Me lo advertiste, pero yo preferí no escuchar. Lección aprendida.


Paula agarró un puñado de cacahuetes, sonriendo.


–Tómate unos pocos.


Pedro tomó uno del cuenco.


–¿Tiras las cáscaras al suelo?


–Te han mimado demasiado. Mira –le enseñó cómo tenía que hacerlo–. Te toca.


Pedro agarró otro cacahuete, lo abrió, sacó el fruto seco y tiró la cáscara al suelo con indiferencia.


–Pan comido –dijo ella. Le puso un puñado de cacahuetes delante y señaló una diana pintada en el pasillo entre las mesas–. Ahora podemos jugar en serio.


–¿Y cuál es el premio?


Ella se encogió de hombros.


–¿Qué quieres que sea?


«Tú», pensó Pedro, pero no lo dijo en alto.


–Me da igual.


–Entonces tendré que pensar en algo... Hasta entonces... A por ello.


Pedro comenzó a tirar las cáscaras, cada vez con más entusiasmo. El estrés y el cansancio de un duro día de trabajo se disipaban por momentos.


–Esto es más divertido de lo que esperaba –dijo.


–«Diversión» es mi segundo nombre.


–Pues me gusta divertirme. 

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