jueves, 20 de enero de 2022

Curaste Mi Corazón: Capítulo 51

 –¿Y? –lo instó ella a continuar cuando se quedó callado.


–Pues que me dí cuenta de que necesitaba que alguien lo «Zarandease» como hiciste tú conmigo.


Paula se quedó boquiabierta al oír eso.


–Pero primero hablé con su médico, por supuesto –se apresuró a añadir Pedro–. No quería presentarme otra vez en la clínica como un elefante en una cacharrería. El médico y yo ideamos un plan para llevar a Adrián a pasar una temporada en la casa de la playa, y conseguimos poner de nuestra parte a su madre para que nos ayudara a convencerlo.


–Seguro que eso no debió ser fácil.


Bueno, probablemente Diana Devlin y él jamás serían amigos, pero habían alcanzado un entendimiento.


–Cuando el médico le dijo que creía que a Adrián le haría mucho bien, apoyó mi plan al cien por cien.


Paula se inclinó hacia él.


–¿Y cómo convenciste a Adrián?


–Usé el chantaje emocional con él, como hiciste tú conmigo. Por cierto, Fede te manda un abrazo; esta noche me quedo en su casa.


–¿Has ido a ver a Federico?


Pedro asintió.


–Ya era hora de que lo hiciera.


–Pero no me ha dicho nada…


Porque él le había pedido que no lo hiciera. No quería que Paula se ilusionase demasiado; aún no sabía cuánto tiempo tardaría Adrián en salir de su caparazón. Ella, que se había terminado la tarta, dejó el plato en el suelo y fue junto a él.


–Me alegro mucho de que todo haya acabado felizmente –murmuró.


–Yo también –dijo él en un tono quedo–. Le dije que su madre necesitaba unas vacaciones, pero que se negaba a irse sin él, y que si ella  no se cuidaba, acabaría enfermando.


Paula esbozó una sonrisa.


–Bien jugado. ¿Y está mejorando?


–Le está costando, pero sí. La brisa marina y ver a su madre relajada están obrando maravillas en él, pero creo que lo que de verdad lo está animando son los cachorros.


Paula parpadeó asombrada.


–Vaya…


–De vez en cuando incluso habla del futuro. Y la semana pasada tuvimos una discusión sobre qué recetas debería incluir en mi próximo libro –le explicó Pedro–. No me culpa por el accidente, y está aprendido a no culparse él tampoco.


–Eso es maravilloso.


–Todavía le queda un largo camino por recorrer; van a hacerle más injertos de piel. Pero un día podrá volver al trabajo, y cuando esté preparado lo ayudaré en todo lo que pueda.


Paula dió un paso más hacia él. Pedro tragó saliva y apretó los puños.


–No sé… –se le quebró la voz–. No sé si querrás darme otra oportunidad a pesar de eso. Puede que pienses que lo estoy anteponiendo a él.


Paula sacudió la cabeza.


–Lo que pienso es que eres un buen amigo, un amigo de verdad. Y desde luego no lo veo como un sacrificio o un síntoma de culpa.


Pedro se quedó mirándola vacilante.


–Y eso es algo bueno, ¿No?


–Es algo muy bueno.


Pedro la miró a los ojos y tomó sus manos.


–Te quiero, mi preciosa Paula. Quiero una vida contigo, y quiero luchar por tí. Si me das otra oportunidad, te demostraré durante todos los días de mi vida que eres lo primero y lo más preciado para mí.


Las lágrimas se agolpaban en los ojos de Paula y los labios le temblaban.


–Yo también te quiero, Pedro –respondió en un susurro–. Ningún hombre me ha hecho creer en mí misma como lo has hecho tú. Y ningún hombre me ha hecho sentir tan deseada, ni tan hermosa –tragó saliva–. A mí también me gustaría construir una vida contigo.


De pronto los sueños que nunca se había atrevido a soñar se estaban haciendo realidad. Paula se inclinó hacia él, y le susurró con una sonrisa:


–Creo que ahora viene la parte en la que me besas.


Él no perdió un segundo más, y tomó sus labios con un beso que le dijo todo lo que no era capaz de expresar con palabras. La besó dejando atrás los miedos y la frustración que lo habían mantenido paralizado meses atrás, y ella respondió al beso con tal pasión y con tal entrega, que sintió como sanaban por completo las cicatrices de su corazón.






FIN

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