–Voy a hacerte un test que te dirá cuál puede ser tu vocación.
Paula se entristeció. ¿Tanta prisa tenía por que se fuera de allí? Pero Pedro fijó sus claros ojos azules en los de ella y le dijo:
–Tú me estás ayudando, y yo también quiero ayudarte a tí.
Entonces… ¿No estaba ansioso por librarse de ella?
–¿Lista?
Paula se encogió de hombros.
–Supongo que sí.
Pedro abrió el portátil y bajó la vista a la pantalla para empezar a leerle las preguntas del test.
–¿Te motivan más los logros o el reconocimiento?
Paula parpadeó.
–Pues… –disfrutaba viendo el resultado de sus esfuerzos, así que respondió–: los logros.
Pedro se echó hacia atrás y frunció el ceño.
–¿Estás segura?
Paula lo miró irritada.
–Pues claro que lo estoy.
–¿Y entonces por qué quieres hacer esa pirámide de macarrones para tu abuela? ¿No estás intentando ganarte su reconocimiento y ayudarla a ganar la apuesta con tu tía abuela?
Lo que en realidad quería era poner fin a las diferencias entre ellas. Sabía que se querían; ¿Por qué no podían demostrarlo?
–De acuerdo, pues marca «el reconocimiento» –le dijo a Pedro.
Él frunció el ceño de nuevo.
–Tienes que tomarte esto en serio.
–Lo estoy haciendo –se defendió ella levantando las manos.
Pedro no parecía muy convencido, pero continuó.
–¿Tiendes a confiar en tu experiencia, o en corazonadas?
Paula se sintió tentada de sacar una moneda de su bolso y lanzarla al aire para contestar.
–Eh… En corazonadas.
Pedro marcó esa casilla justo cuando estaba a punto de cambiar su respuesta. En fin… Siguió haciéndole preguntas… ¡Y había como sesenta! Al final, le dijo la puntuación que había obtenido.
–Y eso significa que podrías ser… ¿Exploradora? ¿Qué tontería es esta?
–No sé, el test lo has buscado tú.
–Espera, también dice que serías una buena científica.
–Ya lo soy, y estoy cansada de ser científica, ¿Recuerdas?
–No, estás cansada de ser geóloga –la corrigió él–. Podrías volver a la universidad y estudiar una rama distinta.
–Pues ¿Qué quieres que te diga?, la idea no me entusiasma demasiado. Además, quiero vivir en la ciudad.
–¿Por qué?
–Para poder ir al cine, a la biblioteca, a centros comerciales… Todos los sitios que echaba de menos cuando estuve trabajando en el Outback.
–Bueno, aquí dice que también podrías ser una buena enfermera. No tenía ningún problema con ver sangre ni nada de eso, pero…
–Odio los hospitales.
Pedro palideció de repente y se estremeció, sin duda recordando la experiencia por la que él había pasado.
–Yo también.
A Paula le entraron ganas de abrazarlo, de consolarlo, pero temía que una cosa llevara a otra y acabaran besándose de nuevo.
–Bueno, pues me ha dado unas cuantas ideas –dijo entrelazando las manos en su regazo.
–¿Qué dices?, ¡Si es una birria de test!
–Es igual, la intención es lo que cuenta –le dijo ella con una sonrisa.
Y Pedro le sonrió.
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