martes, 25 de enero de 2022

A Mi Medida: Capítulo 4

 —Muy bien.


—Muy bien —concluyó Jimena—. Vente al club mañana a las ocho de la mañana. Nadia te hará una fotografía del «antes» para que la pongas en la puerta de la nevera. Para conseguir la del «Después» vas a tener que hacer todo lo que te diga. Sin discutir.


—Me parece todo muy bien, pero, ¿Cómo te voy a pagar?


—¿Qué te parecen tres meses utilizando todas las instalaciones…


—Eres la mejor.


—… A cambio de uno de tus murales? Tenemos una enorme pared en el balneario que está pidiendo a gritos un Paula Chaves.


—Uy.


—Sí, ya sé que es mucho pedir, pero tengo que justificar tu presencia. El balneario no puede perder dinero. Por cierto, eso es si adelgazas y te quedas como te digamos. De lo contrario, tendrás que pagar lo que paga todo el mundo y te aseguro que es muchísimo dinero.


Paula decidió que tener un mural en un lugar donde iba gente que se podía permitir pagar muchísimo dinero era una publicidad estupenda. Así que la respuesta estaba clara. Sonrió.


—De acuerdo. Allí estaré mañana con la cámara digital para ir trabajando mientras tú estés fuera.


—Genial —dijo Jimena—. Una última cosa. Quiero la invitación para la boda de tu hermana en mi buzón para cuando vuelva. Si Marcos Gray no cae rendido a tus pies por tu sonrisa, a ver si yo tengo más suerte.


—¿Un problema?





Pedro Alfonso llevaba veinte minutos mirando por la ventana de su despacho.


—¿Qué te hace pensar que tengo algún problema? —dijo sin mirara su secretaria.


—Estás aquí en cuerpo, pero me da la impresión de que tu mente está en otro lugar. ¿Quieres que hablemos?


—No, gracias.


—¿Es una mujer? —insistió la secretaria.


—Las mujeres no son un problema si no dejas que lo sean.


—Sí, con las que sales no te duran lo suficiente como para darte problemas, es cierto. Cambias de novia como de camisa.


—Al menos soy coherente.


—Sí, son todas altas y delgadas y solo quieren que las admiren —apuntó la secretaria con desprecio—. Y tú eres alto, rico y bueno. De momento. ¿Por eso te vas a Lake Spa unas semanas?


—No, el balneario va de maravilla, pero Jimena va a estar fuera un tiempo y alguien tiene que hacerse cargo.


—¿Tú? —preguntó la secretaria desconcertada.


—Sí, desde luego no hay quién te oculte nada —admitió—. Quiero ver el personal que ha elegido para ver si hay alguien que me guste tanto como ella para ponerla en su puesto.


—¿Y Jimena?


—La voy a ascender —contestó Pedro—. ¿Por qué no te vienes un par de días y disfrutas de la sauna, de las piscinas y de los tratamientos de aromaterapia?


—No, gracias —contestó su secretaria—. No me quito jamás la ropa en horas de servicio. Es un lema que me ha ido muy bien durante los últimos treinta años. ¿Por qué no te llevas a una de esas mujeres que tanto te gustan? Seguro que se pegan por acompañarte.


—Al igual que tú, Aldana, no mezclo los negocios y el placer.


Y la salud y el ocio eran grandes negocios a los que él había sabido sacar provecho gracias a su determinación, como en el campo de rugby.


—Muy bien, ni trabajo ni mujeres. ¿Cuándo fue la última vez que te tomaste unas vacaciones?


—Odio las vacaciones. No me pasa nada, ¿De acuerdo? Es solo que, con el balneario terminado, no sé muy bien ahora qué hacer. Siempre que finalizo un proyecto ambicioso en el que he invertido mucho tiempo me quedo así unos días, con un gran vacío.


—Entonces, lo que necesitas es un proyecto nuevo, otro reto —le aconsejó Aldana.


—¿Tú crees?


Lake Spa había sido el proyecto más ambicioso que había realizado en su vida. Un lugar que aunaba hotel, club de salud y centro de conferencias. ¿Qué más se podía inventar? Siempre le había gustado innovar. Desde que había tenido que dejar el rugby por una lesión, no había parado. Odiaba la idea de repetir las cosas, de caer en la rutina. Y le estaba sucediendo. El negocio iba estupendamente, pero lo único que le quedaba por hacer era poner otro hotel aquí u otro club de salud allá.

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