martes, 11 de enero de 2022

Curaste Mi Corazón: Capítulo 38

 –Porque lo eres, eres preciosa –insistió él.


–Pues igual que tú, yo quiero que te des cuenta de que no fuiste responsable de aquel accidente.


El corazón de Pedro palpitaba con pesadez, le latían las sienes, y le estaba entrando dolor de cabeza.


–Adrián tampoco.


–No, por supuesto que no. No fue más que un horrible accidente. Solo espero que no esté fustigándose por ello como tú –le dijo Paula–. Mira, Pedro, acabas de ayudarme a hacer los macarrones. No –se corrigió sacudiendo la cabeza–, haciendo honor a la verdad, has sido tú quien los ha hecho. Y el mundo no se ha venido abajo, ¿Verdad?


Pedro tragó saliva.


–¿Qué estás intentando decirme?


–Te estoy diciendo que lo llames.


Aquello lo preocupaba demasiado como para dejar las cosas como estaban. Tenía que averiguar si Adrián se culpaba por el accidente, como estaba haciendo él, y si así era tendría que calmarlo y hacerle ver que se equivocaba. Pero su madre había dicho…


–¿Pedro?


–No quiero empeorar las cosas.


En ese momento sonó la alarma del horno, y los dos dieron un respingo. Paula sacó la bandeja del horno y la puso sobre la encimera.


–Mira –dijo señalándola–, los tuyos han quedado perfectos.


Pedro se levantó para verlos, y no pudo evitar sentir un cierto orgullo.


–Los míos, no tanto.


–Lo único que necesitas es práctica, Paula.


Ella se encogió de hombros, y señalando la bandeja y a su alrededor con un ademán, le respondió:


–Cocinar es tu vida, Pedro; lo adoras.


No podía negarlo. En cuanto Paula le había puesto la varilla en la mano y había empezado a batir las claras se había sentido como si pudiera volar.


–Y estoy segura de que para Adrián es igual.


Se quedaron callados, y Pedro recordó entonces qué habían estado haciendo justo antes de empezar esa conversación.


–Casi has hecho que me olvide de lo del beso. Eres muy astuta – murmuró enarcando una ceja. No sabía si estaba enfadado con ella, o si debería estarle agradecido.



Paula suspiró.


–Yo… No imaginé que fuera a surgir esa chispa entre nosotros. Y nunca había experimentado algo tan intenso con alguien a quien he tratado durante un periodo de tiempo tan corto.


Pedro se frotó la cara con la mano y Jo se irguió y le dijo, un poco a la defensiva:


–Y no vayas a interpretar que estoy enamorada de tí o alguna tontería semejante, porque no es de eso de lo que estoy hablando. Lo que hay entre nosotros es… No es una amistad, pero tiene parte de eso. Y no es algo puramente sexual, aunque también hay parte de eso –sacudió la cabeza–. Quizá sea porque pasamos todo el día juntos, y porque estamos prácticamente aislados del resto del mundo –alzó la barbilla–. ¿Sabes a lo que me refiero o…?


–Sí, lo sé, sé a lo que te refieres –respondió él, no sin cierta frustración–. Yo tampoco puedo explicarlo, pero es evidente que hay una conexión entre nosotros.


Y no era algo que entrase en sus planes, aunque ella le gustara. Paula bajó la vista a sus manos entrelazadas.


–Cuando pienso en algunas de las cosas que te he dicho me avergüenzo de mí misma. Pero es que es como si estuviésemos en una burbuja; es como si no estuviéramos en el mundo real.


Pedro se rascó la nuca.


–¿Hay alguna otra cosa que quieras decirme… Y que no me dirías si estuviésemos en el mundo real?


Ella se quedó pensativa un momento y asintió.


–Creo que deberías ayudar a Adrián a que se diese cuenta de que tiene futuro, que tiene que intentar mirar hacia delante. A los dos os apasiona cocinar y he pensado que… Bueno, a lo mejor a Adrián le gustaría ayudarte con el libro.


–Pero aún está hospitalizado; sigue convaleciente.


Paula hizo como si no lo hubiera oído y añadió:


–Quizá si trabajan bien juntos podrían hacer su propio programa de cocina en la tele, como tú creas que debería ser.


El corazón de Pedro palpitaba con fuerza.


–Nos verían como a un par de personajes deformes salidos de un circo, como el hombre elefante.


–¿Tú piensas eso de Adrián, o de tí, o de otras personas que han sufrido quemaduras?


–No, por supuesto que no, pero la gente puede ser muy cruel.

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