jueves, 13 de enero de 2022

Curaste Mi Corazón: Capítulo 43

Pedro apenas durmió, pero se obligó a levantarse con los primeros rayos. Se duchó, se vistió, y fue a su estudio y encendió el ordenador. Todavía tenía una docena de recetas sin terminar o por escribir. Eso serían por lo menos doce días de trabajo con la ayuda de Jo, cocinando una al día mientras ella tomaba notas de los pasos. Y además de eso tenía que terminar el glosario de términos y técnicas y las guarniciones recomendadas para algunos platos. Hizo un horario para planificarse, e imprimió una hoja con los ingredientes que iban a necesitar para que Paula los comprase. Esa tarde podrían hacer una receta, y luego le explicaría el siguiente paso de la pirámide de macarrones. Dejó la lista en la mesa de la cocina, y salió con Rocky a dar un paseo hasta la playa. El sol del amanecer asomaba por la línea del horizonte, trazando un sendero entre anaranjado y dorado sobre las aguas del océano. Cuando volvieron a casa, le llegó un olor a beicon nada más entrar. Al llegar a la cocina se quedó un momento apoyado en el marco de la puerta y devoró a Paula con los ojos, admirando la gracia de sus movimientos, su oscuro cabello, y la fuerza que irradiaba.


–Eso huele bien –dijo.


Paula, que estaba de espaldas a él, friendo el beicon, no se volvió.


–El beicon siempre huele bien –respondió.


Ni el tono de su voz ni su postura dejaban entrever su estado de ánimo. Pedro se frotó la nuca y comentó:


–Creía que habías dicho que nunca solías desayunar gran cosa.


Claro que la noche anterior no había probado la cena.


–Y así es, pero hago una excepción cuando tengo que conducir un largo trayecto.


Fue a sacar las tostadas que acababan de saltar en el tostador, y fue cuando Pedro, al girar la cabeza, vió sus maletas junto a la pared. Un escalofrío le recorrió la espalda.


–¿Te marchas?


–Sí.


El corazón de Pedro palpitó con fuerza. 


–¿Hoy?


–Sí, hoy.


Finalmente se volvió hacia él. Sus marcadas ojeras hicieron a Pedro contraer el rostro. Paula señaló con un movimiento de cabeza la lista sobre la mesa y añadió:


–Así que me temo que tendrás que comprar todo eso tú mismo.


Pedro se sintió como si le hubiera asestado una puñalada. ¡No, no podía irse! Paula puso en la mesa dos platos con las tostadas, y otros dos con beicon y huevos revueltos. Cuando le indicó con un ademán que se sentara, él obedeció aturdido. Comieron en silencio, y cuando hubo acabado Pedro, que no podía permanecer callado por más tiempo, le preguntó en un tono quedo por qué se marchaba. Paula no respondió de inmediato, sino que se levantó y llevó los platos al fregadero para enjuagarlos. Los vaqueros que llevaba le sentaban como un guante, y él se preguntó si se los habría puesto para atormentarlo. Apuró su zumo de naranja, pero no alivió en absoluto la sed que estaba azotándolo en ese momento. Ella cerró el grifo y se volvió hacia él.


–Me voy porque me niego a ver cómo te sacrificas en el altar de la culpa y de una responsabilidad mal entendida.


Tal vez Paula no comprendiera por qué estaba haciendo lo que estaba haciendo, pero no tenía que irse por eso, se dijo Pedro, preso del pánico.


–No he acabado de enseñarte a hacer la pirámide de macarrones.


Paula se encogió de hombros.


–Anoche volví a hacer ese test de Internet que dice que te ayuda a descubrir tu vocación. Contesté cada pregunta con la mayor sinceridad que pude, ¿Y sabes qué? Que me dió la respuesta que estaba buscando. Ya sé qué clase de trabajo quiero hacer.


Pedro se sentía como si un puño helado estuviera estrujándole el corazón.


–¿Y qué trabajo es? –inquirió.


–Técnico en emergencias sanitarias, para ayudar a salvar vidas.


Bueno, desde luego había salvado la vida de Federico, y probablemente la de Rocky. Y había hecho que él diese a su vida un giro de ciento ochenta grados. Además era una persona práctica, fuerte psicológicamente, rápida en reaccionar… Sí, era el trabajo perfecto para ella. Paula se merecía seguir adelante con su vida, pero nunca hubiera imaginado que pudiera ser tan dolorosa la sola idea de dejarla marchar.

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