jueves, 2 de diciembre de 2021

Indomable: Capítulo 47

Finalizada su declaración, se apartó, quitó la mano de Pedro de su cintura y lo condujo de vuelta al lado de su anterior compañera de baile. La ira le proporcionó una fuerza sorprendente. Tomó los dedos bien cuidados de la morena y los depositó en la palma de él. Se obligó a sonreír.


-Aquí tienes, encanto, es todo tuyo.


Dió media vuelta y se fue de la pista, sin detenerse hasta atravesar el patio y entrar en la cocina por la puerta de atrás. Kiara había estado montando guardia junto a la mesa de la cocina, y cuando Paula entró, soltó una serie de ladridos excitados. Se agachó para recogerla; llevándola apretada contra su pecho, cruzó la casa hacia la puerta de entrada. Como Malena estaba tan entusiasmada como ella con la pequeña perra, había incluido a Kiara en la invitación para pasar la noche. Hacía rato que no salía a dar un paseo, de modo que recogió la correa de la mesa del recibidor, la enganchó al collar del animal y salió. La llevó al costado de la casa, donde no habría invitados, y la bajó al suelo. Temblaba después de su exabrupto. Había jurado cambiar de actitud, y lo había hecho bastante bien en las últimas semanas. Pero perdió los estribos con Pedro. Por otro lado, necesitaba dejarle todo bien claro con el impacto necesario. No imaginaba haber podido hacerlo de otra manera. Kiara no tardó en estar lista para entrar, sin duda por el aire acondicionado que había en el enorme rancho. En el interior le quitó la correa, y se dirigió al cuarto de baño que había junto a la sala de la parte de atrás para refrescarse y cepillarse el pelo. Regresó a la fiesta cuando se iniciaba otra canción; de inmediato la invitaron a bailar. Sonrió y aceptó, sumergiéndose en el baile y en la celebración con un entusiasmo fogoso que nunca había sospechado que poseyera.


Pedro no perdió de vista a Paula durante las dos horas siguientes, a pesar de que ambos habían pasado por una docena de parejas distintas. No cabía duda de que estaba en plan de guerra, y puede que la situación le hubiera divertido si no hubiera captado todo el dolor que había detrás. Había asistido a la barbacoa para ver cómo le iba a Paula, pero no había sido capaz de mantenerse apartado de ella. Las últimas semanas había sido un santo, dándole tiempo para que encontrara su camino con los demás. El principal motivo para ello era que había escuchado los rumores que corrían sobre los dos. Los risueños comentarios de que había «Domado a la fierecilla» habían sido de mal gusto, y lo pusieron furioso. Sabía que él tenía algo que ver en la nueva conducta de Paula, pero se consideraba a sí mismo y al accidente como catalizadores de algo que con el tiempo ella habría descubierto en sí misma. La había evitado porque los rumores lo sensibilizaron. Ella necesitaba tiempo para establecer el cambio de actitud sin que existiera una conexión visible entre los dos. Como todo el mundo sabía que habían pasado solos todo el tiempo después del accidente, y algunos habían llegado a la conclusión de que lo dedicaron a disfrutar del sexo bajo la manta, había esperado que mantenerse alejado de ella la ayudaría a restaurar su reputación. La maniobra había funcionado. Por lo que él sabía, los comentarios habían cesado y la gente ya empezaba a vislumbrar a la nueva Paula. Y su intención también había sido mantenerse alejado de ella esa noche, por las dudas, pero no había sido capaz. Hacía semanas que había tomado su decisión sobre Paula, y no veía sentido en extender la espera. Por como marchaban las cosas, si no actuaba pronto, quizá se viera obligado a vadear un mar de pretendientes para reclamar su atención.


Paula se excusó del baile siguiente y entró en la casa para sacar a Kiara a dar otra vuelta. En esa ocasión necesitaba más tiempo para darle a sus oídos un descanso de la música sonora. Se puso la chaqueta porque con la noche había refrescado. Sacó a Kiara y permanecieron en el patio delantero; se apoyó en la casa para pensar. Mientras bailaba en todo momento había podido ver el ceño cada vez más fruncido de Pedro. No había pretendido darle celos, aunque la sorprendía que los celos pudieran justificar el modo en que la había estado mirando. 

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