martes, 21 de diciembre de 2021

Curaste Mi Corazón: Capítulo 17

 –Perdona, lo mismo he dicho una tontería; pensaba que por trabajar en televisión estarías forrado.


–Y lo estaba.


Paula no entendía nada. Entonces, ¿Qué había hecho con el dinero? No iba a preguntárselo, pero de nuevo cruzaron por su mente algunas posibles respuestas aparte de un gasto desmedido, como malas inversiones, o quizá incluso que lo hubiese dilapidado en juegos de azar.


–Se me ha ido todo en facturas médicas.


Paula parpadeó confundida.


–Pero el accidente que sufriste fue un accidente laboral y fue en tu lugar de trabajo –había ocurrido mientras grababan el programa–. El seguro debería haber cubierto los gastos médicos.


–No me refiero a mí, Paula.


De pronto ella creyó comprender. ¿Podría ser que hubiese pagado los gastos médicos del joven aprendiz que también había resultado herido en el accidente?


–¿Te refieres a Adrián? –inquirió en un susurro.


Él no dijo que sí, pero tampoco lo negó. Paula frunció el ceño.


–Pero… El seguro de la productora también debería haber cubierto los gastos médicos de él, ¿No?


Cuando Pedro se volvió hacia ella, sus ojos relampagueaban.


–Aún sigue ingresado –le espetó–. Su familia quería trasladarlo a una clínica privada donde estaría mejor atendido, pero no podían permitírselo.


¡Y pensar que ella había creído que Pedro había estado dándose a la gran vida sin pensar en nada! ¡Qué equivocada había estado!


–Pedro, no tenía ni idea… –murmuró, poniéndole una mano en el hombro.


Él apartó el brazo y se levantó. Dolida, Paula entrelazó las manos en su regazo. Probablemente Mac pensaba que sentía lástima de él y no quería su compasión.


–Era lo mínimo que podía hacer –dijo Pedro, volviéndose hacia ella con el gesto torcido–; es culpa mía que esté hospitalizado con quemaduras de segundo y tercer grado en el sesenta por ciento del cuerpo. He arruinado su vida.


–¡Qué montón de sandeces!–le espetó ella, levantándose también–. Si quieres buscar culpables, son los productores y el director del programa quienes deberían pagar por lo que les pasó.


Encontronazos en la cocina, que era como se llamaba el programa, había seguido el día a día de Pedro y su equipo durante cada comida que tenían que preparar: un almuerzo benéfico, un banquete de boda, la cena de unos prestigiosos premios… Y en cada episodio se lo  había retratado como un chef extremadamente exigente y perfeccionista, que se impacientaba y gritaba a los miembros de su equipo. Era tan exagerado que, aunque ella no hubiese sabido por su hermano que Pedro no era así, tampoco lo habría creído. Sin embargo, la prensa había criticado duramente su comportamiento, asegurando que aquel accidente se había visto venir. Tonterías. Pero esa clase de comentarios eran los que hacían que se vendiesen más periódicos, igual que el dramatismo y los conflictos hacían que subiese la audiencia de un programa de televisión. Pedro no dijo nada, sino que se volvió a sentar en la arena con los hombros caídos, como derrotado. A Paula le partía el corazón verlo así. Se volvió a sentar ella también, se humedeció los labios y le dijo:


–Federico me contó que en el programa interpretabas un papel, que era lo que te pedían los productores. Y me contó que las reacciones del resto del equipo también eran fingidas. Tú no tuviste la culpa del accidente. No fuiste tú quien dejó caer esa bandeja de marisco con hielo en un perol con aceite hirviendo –había sido a Adrián a quien le había pasado–. Fue un accidente; un trágico accidente. 

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