jueves, 9 de diciembre de 2021

Curaste Mi Corazón: Capítulo 6

Y antes de que Pedro pudiera negar con la cabeza, le tendió el móvil. Éste tragó saliva y lo tomó.


–Hola, Fede, ¿Cómo estás?


–Por lo que parece, mejor que tú. Supongo que eso explica por qué no contestaste a mis últimas dos llamadas.


Pedro contrajo el rostro.


–Sí, perdona. Estaba hecho un asco.


–Ya. Bueno, pues hazle caso a Paula, ¿Eh? Es una chica con la cabeza sobre los hombros y los pies en el suelo.


Pedro la miró, y se fijó en los reflejos que el sol arrancaba de su cabello ondulado, en las pequeñas pecas que salpicaban sus pómulos, y en su graciosa nariz. Paula enarcó una ceja, y él carraspeó.


–Por supuesto, lo haré –se obligó a decirle a su hermano.


–Bien, porque quiero que estés recuperado para cuando vaya a verte.


¿Que iba a ir a verlo?


–Dale un abrazo a Paula de mi parte.


Federico colgó, y Pedro se quedó mirando a la joven.


–¿Por qué va a venir?


–Eso tiene una respuesta muy fácil: Porque te quiere. Quiere verte antes de pasar por quirófano; por si no sale de la operación.


–Eso es absurdo.


–¿Tú crees?


–Fede va a salir de esa operación –le espetó Pedro con firmeza.


Y no quería que hiciera ningún esfuerzo hasta que estuviese completamente restablecido.


–Bien, pues ahora a cumplir con tu parte del trato –le contestó Paula, y tomó sus maletas y se dirigió de nuevo hacia la casa. 



Paula inspiró profundamente antes de servir los espaguetis con albóndigas en dos platos. Si a Pedro se le ocurría meterse con lo que había cocinado le… ¿Qué?, ¿le echaría la comida encima? No podía hacer eso; aunque criticase lo que había preparado, debía mostrarse calmada y despreocupada, como hacía siempre, y fingir que sus comentarios no le afectaban en lo más mínimo. Tomó los platos y fue al comedor. Puso uno frente a Pedro y el otro en su sitio, frente a él. Pedro no miró la comida, pero sí se quedó mirándola a ella de mal humor. ¿Iba a seguir enfurruñado toda la semana? Genial… Ella se sentó y se quedó mirándolo también; no iba a dejarse intimidar. De hecho, su enfado y sus gritos eran algo con lo que había contado. No en vano lo llamaban «Enojado Pedro», Pedro el loco. La prensa amarilla le había echado la culpa del accidente, diciendo que nunca habría ocurrido si no fuese tan intimidante. Lo cual era una estupidez, ella sabía por Federico que su hermano no era como se mostraba en televisión. Federico le había contado que su mal genio y su poca paciencia en pantalla no habían sido sino parte de un estudiado guion para incrementar los índices de audiencia. Y había funcionado. Lo que la descolocaba era que se estuviese comportando como un crío, negándose a dirigirle la palabra.


–¿Qué? –le espetó él al ver que no apartaba la mirada.


Paula sacudió la cabeza, unió las manos y bajó la vista para bendecir la mesa.


–Señor, te damos las gracias por los alimentos que vamos a recibir. Amén –dijo, y cortó a la mitad una albóndiga con el tenedor.


–¿Eres una persona religiosa? –le preguntó Pedro.


–No –si había pronunciado aquella breve oración, había sido para enfrentarse a su incómodo silencio–. Bueno, sí creo que hay algo por encima de nosotros; sea lo que sea. Y dar gracias antes de empezar a comer es una buena costumbre. No está de más acordarse de vez en cuando de que tenemos muchas cosas por las que dar gracias. 

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