jueves, 23 de diciembre de 2021

Curaste Mi Corazón: Capítulo 21

 –No puedes seguir así –le dijo.


–No sé de qué hablas.


A pesar del tono impávido que había empleado, Paula sabía que por dentro no estaba así de sereno.


–¿Ah, no? –le espetó, rodeándolo para ponerse a su izquierda y mirarle las cicatrices.


La vena del cuello de Pedro palpitaba, y se había puesto tenso, como si le estuviese costando un esfuerzo tremendo quedarse quieto y permitir que lo escrutara. Finalmente se volvió hacia ella con ojos relampagueantes, y los labios apretados.


–¿Satisfecha?


Ella se quedó mirándolo y tuvo que tragar saliva porque Pedro, cuando estaba furioso resultaba aún más varonil y atractivo. Y si creía que ese ceño fruncido, la mirada furibunda y las mandíbula apretada harían que se echase a temblar, estaba muy equivocado. Estaba temblando por dentro, sí, pero de deseo, pensó humedeciéndose los labios. Él se giró, apoyó las manos en la barandilla, y se quedó mirando el mar.


–¿No te parecen repulsivas mis cicatrices?


Paula sacudió la cabeza.


–No, por supuesto que no. ¿Acaso te lo parecen a tí cuando te miras en el espejo?


Pedro encogió un hombro.


–Me he acostumbrado a verlas.


–¿Y no crees que los demás podrían acostumbrarse a ellas también? ¿Crees que nadie es capaz de ver más allá de tus cicatrices?


Pedro no dijo nada.


–Mira, yo he conocido a gente guapa que, cuando han resultado ser detestables, o unos esnobs, o unos egoístas, han perdido todo el atractivo para mí. Y en cambio tengo amigos que no encajan con los rígidos cánones de belleza de la sociedad en que vivimos, pero que tienen tan buen corazón que para mí son las personas más bellas del mundo.


–Paula, yo…


–No, escucha lo que tengo que decirte. Si solo te valoras a tí y a los demás por el aspecto físico, te mereces sufrir todos los tormentos imaginables por pensar que has perdido tu belleza exterior, pero si me preguntases a mí, te diría que tu rostro no ha perdido ni un ápice de atractivo.


Pedro se quedó muy quieto, y luego se volvió hacia ella y se quedó mirándola un buen rato en silencio.


–¿Lo dices de verdad?


Paula asintió.


–Bueno, yo estoy de acuerdo en que el atractivo de una persona no reside solo en la apariencia física –comenzó a decir Pedro–, pero… No se puede negar que la apariencia física también tiene un impacto muy importante en cómo percibimos a las personas.


–Si a alguien le repeles por tus cicatrices, es que no merece la pena – dijo ella cruzándose de brazos–. De hecho, puede que lo de las cicatrices hasta tenga su lado bueno: Ahora puedes saber quién te aprecia de verdad, y quién se acerca a tí solo por el interés.


Pedro soltó una carcajada.


–¡Venga ya!


–Piensa lo que quieras, pero si me permites un consejo, no dejes que nadie se dé cuenta de que te acomplejan esas cicatrices. Algunas personas lo verán como una debilidad, y hay gente por el mundo que disfruta machacando a quienes tienen esa clase de inseguridades para sentirse más fuertes.


–Lo dices como si te hubiera pasado a tí.


Paula se encogió de hombros.


–¿Tú me has visto bien? –dijo señalándose de arriba abajo con la palma de la mano.


–Si quieres que te sea sincero, estoy haciendo un esfuerzo para no mirarte, porque te prometí que iba a comportarme como un caballero, pero cada vez que te miro…


Paula puso los ojos en blanco.


–Si vas a burlarte de mí…

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