-No son tan antiguos.
-Pero yo sí. Si hacemos el amor, será durante nuestra noche de boda.
El corazón de Paula dió un vuelco.
-¿Qué estás diciendo?
Pedro tomó sus manos y se las llevó a los labios con ternura.
-Estoy diciendo que te quiero, Paula.
-¿Qué has dicho, Pedro? -preguntó ella, incrédula.
-He dicho que te quiero, Alteza. Lo supe desde que me desperté a tu lado en la cabaña, pero pensé que lo nuestro sería imposible. Hasta ahora. Nadie ha renunciado a un trono por mí.
-Lo haría encantada si de esa forma pudiéramos estar juntos.
Pedro la miró a los ojos como si no quisiera dejar de mirarla jamás.
-Creo que lo dices de verdad.
-Así es. Si van a alejarme de tí, no quiero títulos. Me enamoré de tí el día que me ayudaste a quitarme a aquel borracho de encima en la feria.
-Yo no sabía a quién estaba rescatando -sonrió él.
-¿Qué habrías hecho si hubieras sabido quién era?
Pedro apartó un mechón de pelo de su frente en un gesto tan tierno que a Paula se le hizo un nudo en la garganta.
-Te habría rescatado igual. Pero habría intentado guardar mis emociones, aunque no creo que hubiera funcionado.
-A mí no me funcionó -confesó ella-. Cuando me desperté en la cabaña de los guardabosques y te ví allí dándole órdenes a todo el mundo para protegerme, supe sin duda que te amaba.
El corazón de Pedro parecía a punto de estallar.
-No iba a marcharme de verdad, Paula. No podía hacerlo.
-Pero si el helicóptero estaba a punto de despegar...
-Es verdad. Iba al aeropuerto para tomar un avión a Texas, pero pensaba volver -explicó Pedro, tomando su cara entre las manos-. El príncipe Leandro puede confirmártelo. He solicitado que me conceda la ciudadanía de Carramer.
Cuando Paula besó la palma de su mano, Pedro no pudo contenerse más. La besó en los labios con ansia y ella le devolvió el beso con todo su ser, aterrada de lo cerca que había estado de perderlo. Aunque, en realidad, él había pensado volver, incluso había solicitado la ciudadanía. Ella casi tenía miedo de pensar en lo que eso significaba.
-¿Qué ha dicho Leandro sobre tu solicitud? -preguntó, apartándose solo un milímetro.
-Que después de casarnos, ese sería un trámite innecesario.
-¿Estás pensando casarte?
-Si la mujer que quiero está de acuerdo, sí. Paula, ¿Quieres casarte conmigo? Te quiero y quiero que seas mi mujer y la madre de mis hijos.
Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, pero eran lágrimas de felicidad.
-Sí, me casaré contigo, Pedro. Te quiero más que a nada en el mundo.
Él volvió a besarla, lenta, profundamente.
-Hay tantas cosas que debo compartir contigo: el rancho, mis sueños...
Paula le puso un dedo sobre los labios.
-Estoy encantada de compartir tus sueños, Pedro, pero no es por eso por lo que he dicho que sí. Tu amor es más que suficiente para mí.
-Y para mí, Alteza.
Paula sonrió.
-No podrás seguir tomándome el pelo cuando te conviertas en príncipe consorte.
Pedro dejó escapar un suspiro.
-Ese sí que es un gran paso para un niño pobre como yo. ¿Es realmente necesario?
-En realidad, no tienes por qué aceptar el título. Pero hay uno al que no podrás negarte... El de príncipe de mi corazón.
Pedro sonrió, con el corazón lleno de felicidad quizá por primera vez en su vida.
-Ese me gusta más.
Después, la tomó en sus brazos y procedió a mostrarle cuánto le gustaba, mientras ella se rendía al soberano de su amor.
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