jueves, 14 de enero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 7

Tras una hora dando vueltas y más cansada que antes, se levantó, se dió una ducha en el baño de mármol y se puso uno de los conjuntos de Carla. Un body de licra negro, una falda blanca y negra con motivos polinesios y una camisa sin abrochar blanca y negra. Solo se puso un poco de crema hidratante con color, brillo en los labios y un poco de máscara en las pestañas. Por último, se cepilló el pelo y pensó que las ropas de Carla le daban más coraje para enfrentarse a Pedro que las suyas. La doncella le había dicho que el Príncipe estaría en la terraza para tomar el té y ella decidió unirse a él. Se perdió un par de veces y tuvo que preguntar al servicio del palacio. Vió unas cristaleras que daban fuera y salió. Se encontró en un maravilloso jardín con palmeras, plantas tropicales, helechos e higueras. Era un lugar muy tranquilo. Oyó el cantar de los pájaros y el olor de las orquídeas la embriagó. De repente, se dió cuenta de que era un jardín privado, tal vez de Pedro. No quería molestar, tal vez no debería estar allí, así que decidió irse. La idea de volverse a perder no le apetecía tampoco.


-¿Hay alguien aquí?


Nadie respondió. De repente, oyó un bebé. Fue hacia el lugar del que provenían los ruidos y vió a un niño jugando con unos cubos de colores en mitad del césped, dentro de un parquecito de madera.


-No creo que tú sepas llegar a la terraza, ¿Verdad?


-¿Le puedo ayudar, señorita Chaves?


No se había dado cuenta de que había una nativa muy guapa sentada en un balancín con una revista en el regazo.


-Hola, soy Nadia -dijo levantándose y tendiéndole la mano.


-Encantada, Nadia. ¿Cómo sabes como me llamo?


-Todo el personal fue informado de su llegada, señorita Chaves. ¿Necesita algo?


Paula pensó que tendría que acostumbrarse a aquello. Le explicó que se había perdido.


-Sí, es fácil perderse al principio por el palacio. Diré a alguien que venga a mostrarle el camino.


El bebé empezó a llamar su atención. No le gustaba que no le hicieran caso. Estaba mirando a Paula con unos enormes ojos negros. Gateó hacia ella y le tendió los brazos.


-Creo que tiene un nuevo amigo -dijo Nadia.


-¿Puedo?


Nadia asintió y Paula sacó al niño del parquecito de madera. Estaba muy acostumbrada a los niños por haber vivido en los poblados indígenas. Su hermana le decía que era como un imán con los críos y le había advertido que, cuando fueran los suyos, no podría tenerlos un ratito y luego devolverlos. A diferencia de su hermana, a ella no le parecía una carga la idea de tener hijos. Quería tenerlos.


-¿Cómo se llama tu hijo? -dijo mientras el niño reía.


-No es... -dijo Nadia frunciendo el ceño.


-Se llama Nicolás -dijo Pedro.


Su repentina aparición hizo que Paula se sorprendiera. Se sentía vulnerable con el niño en brazos mientras él la estudiaba lentamente. No se sentía cómoda ante la reacción de su propio cuerpo por su proximidad. No podía controlarlo. El aroma de su colonia se mezcló con el de las orquídeas. Aquello la perturbaba y se preguntó si Carla tendría razón. ¿Se arrepentía del engaño porque Pedro le parecía más guapo que nunca? 


Ver a Carla con el niño en brazos dejó a Pedro sorprendido. Parecía una virgen de Donatello. El pelo, no tan alborotado como antes, le enmarcaba la cara en cascadas. Sintió deseos de tocarlo para ver si era tan suave como parecía. Aquello le sorprendió. Tras leer la revista, creía que aquella mujer no le iba a gustar nada, pero la había hecho ir obedeciendo a su curiosidad y a su hermano. Sin embargo, no era la mujer egocentrista y dura de la que hablaba el artículo sino una criatura agradable y dulce. Estaba encantadora con el bebé en brazos. Aquello era un peligro. Aunque estuvieran prometidos, no tenía intención alguna de enamorarse de Carla... ni de nadie. Si se casaban, algo que de momento se le hacía raro pensar, sería con sus condiciones. De repente, sintió una especie de celos al ver que el pequeño Nicolás metía los deditos por la abertura que se abría entre los pechos de Carla.


-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó Pedro. 

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