-Ves, con Isabel no te sentirás sola ni echarás de menos tu casa -dijo Pedro con ironía.
Paula se dió cuenta de que no le había sucedido desde su llegada. Sentía que las islas eran su hogar.
-Me encantará aprender contigo -aseguró Paula a Isabel-. Carramer se me ha olvidado bastante, pero con tu ayuda, seguro que no tardo en recordarlo.
-Será que ahora eres más lista que cuando estabas en el colegio - contestó Isabel ásperamente-. A la que se le daban bien los idiomas era a tu hermana Paula. Bueno, haremos lo que podamos.
Pedro parecía contento. Paula se enfadó al ver que se lo estaba pasando bien con aquello. Había elegido su perro guardián con cuidado. Sabía que ella nunca haría nada en contra de Isabel. No le perdonaba que, sabiendo el gran cariño que sentía por aquella mujer, no dudara en manipularla para salirse con la suya. Se volvió a alegrar de que no fuera su hermana la qué estuviera en semejante trampa, pero se dió cuenta de que no tenía escapatoria. Se preguntó qué ocurriría cuando descubriera la verdad. Hasta el momento, los castigos de Pedro habían consistido en besarla sin sentimiento. Se le disparó el corazón al recordarlo. No creía que su castigo fuera a ser tan placentero aquella vez. Sus besos eran la más dulce de las torturas. Ningún hombre le había hecho sentirse como él. Se sentía como en el filo de una navaja, entre el placer y la desesperación, lo deseaba tanto que aquello la asustaba. Se le vino a la cabeza una de las frases de su padre. «Deja que el honor te guíe y serás bienvenido en cualquier lugar». No podía decir que se estuviera comportando honorablemente con él. Su padre no lo aprobaría. Por otra parte, Pedro tampoco era ningún santo. No quería dejarla ir hasta que no se hubiera cumplido el compromiso, así que debería alegrarse del engaño, pero se sintió más sola que nunca. Intentó hacer caso a Isabel. ¿Cuánto tiempo tardaría en darse cuenta de que no era Carla? A su hermana nunca se le habían dado bien los idiomas, al contrario que a ella. Ya había ido demasiado lejos. Tenía que hablar con su hermana cuanto antes. Pegó un respingo cuando vió el siguiente plato ante ella. Era un plato de marisco típico del país compuesto por cangrejo y langosta en salsa de coco con plátano y tapioca. Todo ello iba envuelto en hojas de plátano, que se abrían como flores en el plato para dejar al descubierto la maravillosa comida. Pedro vió su cara de asombro.
-¿No te gusta? Haré que te traigan otra cosa.
-No, es uno de mis platos favoritos, de verdad. Lo que pasa es que estaba distraída. No me acabo de acostumbrar a que me sirvan -dijo poniéndole una mano en el brazo.
Craso error. Sintió un latigazo desde los dedos hasta el cerebro. Respiró y retiró la mano lentamente para disimular la reacción. Intentó ignorar los músculos que tocaba, pero no pudo. Pedro dejó escapar un pequeño suspiro cuando ella apartó la mano. Paula no sabía si había sentido la misma energía que ella o había sido un gesto de desaprobación. Deseo o desaprobación, la cosa era que no eran para ella sino para Carla. Intentó concentrarse en la comida y en la conversación para no darle demasiadas vueltas a aquello porque sentía una inmensa pena.
-Intenté ponerme en contacto contigo cuando me fui, pero me dijeron que te habías cambiado de casa -le dijo a Isabel a Paula.
-No tenías que haber esperado hasta ahora. Me hubiera gustado recibir una carta de vez en cuando. Yo os escribí.
-Lo sé, pero vivíamos en sitios tan remotos que el correo tardaba meses en llegar o ni llegaba -contestó omitiendo que escribirla le hacía sufrir pensando lo que podía haber sido su vida y no fue.
-Te hubiera gustado quedarte, ¿Verdad, ma amounou?
«Hija mía, si ...».
Paula hizo una pausa.
-De todos los lugares en los que vivimos, Carramer era el que sentía como mi hogar.
-¿Y tu hermana?
-Ella, también -respondió Paula controlándose a tiempo para no decir que Carla prefería la ciudad.
-Pero no lo suficiente como para venir contigo, ¿No?
Isabel lo sabía. Seguro. Paula decidió no dejarse llevar por el pánico.
Me parece que Isabel es una gran persona y no tiene un pelo de tonta
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