martes, 5 de enero de 2021

Rivales: Capítulo 39

Para entonces, su «amor» se habría roto por alguna razón que fuera creíble, pensó Paula con tristeza. Pedro había inventado el compromiso para proteger su reputación, no porque estuviera enamorado de ella.


-Muy bien.


-Y la próxima vez, Paula, espero que hables conmigo antes de decidir algo tan importante.


-Lo haré.


Cuando el príncipe colgó, Pedro la miró con una expresión indescifrable.


-Parece que estamos comprometidos. 


Ella asintió, incómoda. 


-Gracias por inventar esa historia.


-Ha sido un placer, Alteza -dijo Pedro, clavando una rodilla en el suelo y besándola en los labios con todo el descaro del mundo. Paula estaba tan emocionada que no fue capaz de reaccionar. Y cuando él se apartó, tenía los ojos húmedos-. ¿Qué ocurre? Solo estaba sellando nuestro pacto.


-Una no se compromete todos los días -dijo Paula, intentando disimular su turbación.


De repente, Pedro se dirigió a la puerta y la abrió de golpe. Aldana estaba al otro lado, obviamente escuchando la conversación. Él la metió en la habitación, arrastrándola del brazo sin ninguna delicadeza, y volvió a cerrar.


-¿Le importa explicar qué estaba haciendo?


Aldana, sonrojada hasta las orejas, miró a Paula.


-¿Qué quiere decir?


-Es usted quien traicionó a la Princesa, ¿No es así? ¿Estaba escuchando para pasarle a la prensa algún otro sabroso cotilleo?


-Yo no... yo... 


-¿Has hablado con la prensa, Aldana? -preguntó Paula.


Su secretaria escondió la cara entre las manos.


-Sí. Lo siento. Daría cualquier cosa por, no haberlo hecho.


-¿Por qué, Aldana? Yo siempre he confiado en tí.


-Hace dos semanas, cuando te llevaste prestado mi coche para hacerte pasar por Daiana, yo decidí hacerme pasar por tí. Estaba frente a una ventana, con uno de tus vestidos cuando Sergio Joffe, ese horrible fotógrafo, me hizo una fotografía con teleobjetivo. Al día siguiente, me amenazó con publicarla si no le contaba... Lo siento mucho, Paula -sollozó Aldana.


-Y por eso te convertiste en espía -dijo Pedro.


-Yo no les dije lo de la feria, lo juro -se defendió Aldana.


-Entonces, ¿Cómo consiguieron esa fotografía?


-Fue un golpe de suerte. Sergio Joffe ató cabos y...


-¿Y cómo se enteraron de lo de anoche? -preguntó Pedro.


-Yo se lo dije -confesó la secretaria, con lágrimas en los ojos-. Estaba tan celosa de tí, Paula. Tú lo tenías todo: palacios, títulos, belleza, incluso... -Aldana no terminó la frase, pero la mirada que lanzó sobre Hugh era muy significativa-. Y yo no tenía nada.


Paula miró a su amiga, sorprendida. Aldana también se sentía atraída por el rudo ranchero. En ese momento experimentó un sentimiento tan primitivo que la asustó. Soportar la traición de ella era más fácil que imaginarla en los brazos del hombre que amaba.


-Mi dimisión estará en tu mesa esta misma tarde.


-La organización que se encarga de los niños minusválidos está buscando una secretaria -dijo Paula-. Tu comportamiento siempre ha sido ejemplar y les daré las mejores referencias.


Aldana la miró, incrédula.


-¿Vas a ayudarme a conseguir otro trabajo después de lo que he hecho?


-Has sido una ayudante perfecta durante tres años. No puedo excusar tu comportamiento, pero puedo entenderlo... en cierto modo.


-Esto no volverá a pasar nunca, te lo juro.


Paula le hizo un gesto y Aldana salió de la habitación. 


-Es duro que alguien en quien confías te traicione -dijo Pedro entonces.


-¿Lo dices por experiencia?


-Sí. Pero no debes dejar de confiar en los demás.


-¿Cómo puedo confiar después de lo que ha pasado?


Pedro se sentó en la cama, a su lado.


-¿Cómo rehabilitarías a un caballo que ha perdido su fe en las personas?


-Con paciencia y amor -contestó ella.


Pedro tomó la mano de Paula y se la pasó por la cara. Se había duchado y su mejilla era como terciopelo.


-Entonces haz lo mismo por tí. No te culpes a tí misma por haber confiado en Aldana.


-Tú me advertiste que no podía confiar en todo el mundo.


-Como tú misma has dicho, yo no soy de sangre real.


Aquella vez no había resentimiento en su tono. Solo le estaba recordando la realidad, para que no tomara en serio lo del compromiso. Paula hubiera deseado tener fuerza de voluntad para pedirle que se fuera y poder desahogarse, pero no la tenía. Quería mantener aquel contacto tanto tiempo como fuera posible.


-No me importa no volver a ser Daiana. Ya no la necesito.


-¿Y el rancho?


-Es tuyo -contestó Paula-. Siempre lo ha sido. Fui una tonta pensando que una princesa podría vivir como una mujer normal.


-Tú nunca podrías ser una mujer normal. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario