Los mayat habían sido los primeros habitantes de Carramer. Habían llegado desde Filipinas e Indonesia hacía dos mil años y todavía había restos enterrados de sus trabajos en jade. Los amuletos, llamados mayati, se intercambiaban en señal de respeto en nacimientos, bodas, funerales y otras ceremonias. Eran muy apreciados porque eran un trabajo artesanal y porque se creía que tenían poderes.
-Viví en Solano cuando era pequeña y una de mis profesoras me lo dio cuando me fui para que me diera buena suerte. Mi hermana tiene uno igual en forma de tortuga.
-La tortuga quiere decir que tendrá muchos hijos.
Paula se preguntó qué pensaría Carla de aquello.
-El pájaro da salud, larga vida y algunos creen que felicidad con un hombre.
-¿Quieres decir que mi matrimonio será feliz?
-Bueno, no tiene por qué ser el matrimonio. Es... -Nadia buscó la palabra exacta-... placer.
Paula se sonrojó. Nunca se lo había quitado porque le recordaba aquel lugar que tanto amaba, pero nunca se había preguntado qué significaría ni creía que su profesora lo hubiera sabido.Pensó en la reacción que Pedro provocaba en ella y acarició el amuleto pensativa. Se dió cuenta y dejó de hacerlo. Después de la demostración de la mañana, lo último que quería era asociar el placer con él porque obviamente él no lo sentía. Durante la comida, Pedro se había mostrado frío y distante. ¿Se habría arrepentido de besarla? Paula miró a Nicolás. ¿Dónde encajaba el bebé en los planes de Pedro? Obviamente, se ocupaba de él. Pasaba tiempo con él todos los días y le leía cuentos por las noches, incluso si tenía que faltar a una cena oficial para hacerlo. El problema no era la paternidad sino el matrimonio.
-¿Por qué no hay divorcio en Carramer? -preguntó impulsivamente-. ¿Es que aquí todos los matrimonios son felices?
-No. Aquí también se cometen errores, sobre todo los jóvenes. Como la ley no permite que nos separemos, procuramos estar muy seguros de lo que hacemos. Así, tenemos muchos menos matrimonios infelices que otros países.
-¿Y los matrimonios de los miembros de la realeza?
-Se supone que tienen que dar ejemplo.
-Me han dicho que el príncipe Gonzalo tuvo un matrimonio muy infeliz. ¿No podía cambiar la ley o algo?
Nadia parecía inquieta.
-Nuestro soberano es un hombre muy justo. Él nunca cambiaría una ley porque le viniera bien. Aunque decían que no era feliz, él fue fiel a su mujer hasta que ella murió en un accidente de coche. Ahora está casado con la maravillosa princesa Candela.
Paula pensó que el destino no podía haber sido más oportuno. Entendió la postura de Pedro ante el matrimonio. No quería pasar por lo mismo que su hermano. La actitud abierta de Carla ante el matrimonio hubiera sido perfecta. Aquello le recordó que tenía que hablar con ella. Al volver a su habitación, no había ningún mensaje de su hermana, pero sí del príncipe recordándole que tenía que cenar con él y un invitado. No le decía quién era, pero supuso que se trataría de algún funcionario de Carramer porque el día anterior había sido el ministro de Justicia. Recordó con desagrado a aquel hombre, agresivo y con ganas de discutir a quien ella hubiera contestado con gusto. Sin embargo, se había tenido que callar ante la mirada de advertencia de Pedro. Si su hermana hubiera estado allí, no se habría callado. Se dejó llevar por la rebelión, le dijo a la doncella que se fuera y se dio un buen baño, se recogió el pelo como le había visto hacer a Carla y se maquilló un .poco más que de costumbre, sobre todos los ojos. El resultado era maravilloso, no tan sofisticada como su hermana, pero glamurosa. Se quedó sorprendida. Ella siempre había sido la natural, la más sosa. No aquella noche. Se puso un vestido de fiesta de Carla con un enorme escote. No se quitó el amuleto y se preguntó si Pedro sabría su significado más oculto. Placer. Pedro se había mostrado indiferente y había herido su orgullo. Había llegado la hora de hacer lo mismo. Se había arreglado para que se interesara por ella y poder rechazarlo. Dudó, se miró en el espejo y se dijo que, si se quedaba indiferente ante ella así, es que era de piedra.
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