martes, 12 de enero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 4

Aquello le cayó como un jarro de agua fría y la devolvió a la realidad. Por muy atractivo que le pareciera Pedro, estaba fuera de su alcance ya que estaba prometido con Carla. Si Paula tenía éxito en su misión para salvar a su hermana de semejante compromiso, a ella no le serviría de nada. Seguro que él no querría nada con ninguna de las dos después del engaño.


-¿Cómo están Gonzalo y Luciana? -preguntó para distraerse.


-Mi hermano es el mejor rey que ha tenido jamás Carramer. Está enamoradísimo de Candela, su mujer, que es australiana, con la que tiene una hija, Camila, hermana del heredero Joaquín, que tiene seis años.


Paula no pudo evitar sentir cierta envidia. Gonzalo siempre había sido el distante, el que tenía demasiadas obligaciones como heredero como para jugar con las gemelas. Era la última persona de quien ella esperaba oír que estaba muy enamorado.


-Me alegro por él -dijo sinceramente-. ¿Y tu hermana?


-Luciana está en París, en una conferencia internacional de cría de caballos. Creo que ella y Paula todavía se escriben -contestó pensando en su adorada hermana.


-Qué pena que no esté. Me apetecía verla.


-No te preocupes, se va de vacaciones a la Provenza, pero volverá dentro de un par de meses.


-Quería decir que esperaba verla antes -corrigió Paula. Pedro no sabía que ella no pretendía quedarse tanto tiempo, pero él creía que había ido para quedarse-. ¿Sigue viviendo en la capital?


-Sí, pero no en el palacio. Como Gonzalo está felizmente casado, Luciana dijo que el país no necesita dos primeras damas, así que se fue a vivir sola. Aun así, va mucho al palacio, más que yo.


-Supongo que tú estarás muy ocupado gobernando tus dos islas.


-Es una excusa como otra cualquiera para mantenerme alejado - contestó con un tono extraño.


Paula sabía que Pedro era el ligón de los hermanos, el playboy del que todo el mundo hablaba y no le debería haber sorprendido que a él no le gustara que su hermano intentara meterle en vereda, pero por alguna extraña razón le molestó. Parecía haber algo más.


-Cuéntamelo todo de Carla Chaves-instó Pedro. 


Por un momento, se quedó pálida temiendo que la hubiera descubierto, pero se dió cuenta de que el empleo de la tercera persona era una costumbre real.


-¿Qué quieres saber?


-Lo normal. ¿Dónde fuiste cuando te fuiste de Carramer? ¿Qué hiciste? ¿Cómo es que tu hermana terminó trabajando con flores y tú te hiciste modelo? Luciana me leía las cartas de Paula, así que sé algo, pero no todo.


No le gustaba tener que mentirle, así que decidió ser todo lo sincera que podía.


-Cuando nos fuimos de aquí, nos fuimos al norte de Australia, donde papá se dedicó a estudiar el arte y la cultura de los aborígenes. Creí que tendría clima tropical, como Carramer, pero la mitad del año había monzón y la otra mitad era árido y había polvo por todas partes. Era polvo rojo y bromeábamos diciendo que nos íbamos a convertir en pieles rojas.


-Y se convirtieron en mujeres hermosas -dijo sacando un ejemplar del World Style en el que salía Carla.


Una de las páginas, en las que salían las dos gemelas en casa de su abuela en California, estaba doblada. Le contó que habían heredado la casa.


-Yo tengo allí mi base como modelo y Paula tiene allí su negocio de flores.


-Seguís siendo iguales, aunque Paula lleva el pelo diferente - comentó Pedro mirando la fotografía y luego a ella.


Paula pensó que, si hubiera sido Carla, se habría sentido molesta por las continuas referencias a su gemela, pero a ella le pareció confuso.


-A Paula siempre le gustaron las cosas más sencillas.


-Yo diría más bien que es natural, no sencilla -contestó acariciando la foto.


-Seguro que Paula diría lo mismo -contestó sinceramente.


Habiendo pasado su infancia en contacto con la naturaleza y con pueblos sencillos, valoraba más a la gente que a los bienes materiales. Miró hacia otro lado para que él no se diera cuenta de lo mucho que aquel comentario le había emocionado. El sentirse comprendida era conmovedor, pero peligroso. Él debía comprender a Carla, no a Paula. 

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