martes, 26 de enero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 17

 -No te atreverás -murmuró sin saber muy bien si era una protesta o una petición.


-No te equivoques. Lo haría si creyera que con eso te domaría. Por algo tengo reputación de príncipe ligón -advirtió-. No lo haré porque eso es exactamente lo que quieres que haga. Todo este despliegue, incluso el mayati, es para que caiga a tus pies, ¿Verdad? Sí, reconocí el amuleto en cuanto te ví. Sé que dicen que aporta placer sexual. ¿Esperabas que su magia funcionara conmigo y que me convirtiera en tu esclavo amante?


-Claro que no. Me he enterado hoy de que tiene ese poder.


-Es como si quisieras que te creyera. Me recuerdas a Sandra -dijo enarcando una ceja y apartándose de ella. Se dirigió a la mesa y agarró su copa-. ¿No me vas a preguntar quién es Sandra?


-Una de tus amantes, supongo.


-Era la primera mujer de mi hermano, una extranjera, como tú, que creía que el mundo giraba en tomo a ella. 



-¿Qué pasó? -preguntó dolida porque la comparara con una mujer así. 


-Creyó que estar casada con mi hermano le daba derecho a hacer lo que quería, a disfrutar de los privilegios de pertenecer a la familia real sin cumplir con ninguna responsabilidad. Iba por una carretera a toda velocidad, le habíamos dicho que era peligroso, perdió el control y se mató.


-El hecho de que tu hermano tuviera un matrimonio desgraciado, no te da derecho a condenar a tu mujer de antemano -contestó Paula defendiendo el honor de su hermana y plenamente convencida de que aquel matrimonio no debía celebrarse nunca.


-No conviertas nuestro matrimonio en una lucha sin cuartel. Yo te ofrezco una vida fácil y cómoda. Tendrás todo lo que quieras.


-Excepto a tí.


-Excepto a mí -repitió-. ¿No es un buen trato? Una vida de privilegios a cambio de un matrimonio que no nos ate.


Dicho así, incluso sonaba civilizado. Si Carla no hubiera conocido a Ariel, seguramente lo habría aceptado. Ella nunca se casaría con él, así que ¿Por qué sentía aquel dolor en el corazón?


-Me parece que sería mejor que nos olvidáramos de este compromiso antes de que alguno saliera malparado.


-No es tan fácil. Según las leyes de Carramer, la promesa que hicieron nuestros padres tiene vigor.


-Pues haz que no lo tenga. Tú eres la ley, rescinde el contrato. No quieres, ¿Verdad? Te viene como anillo al dedo. Eso lo dirás por tí.


-No estés tan segura. Tu reacción cuando te besé y cuando te he abrazado, me dice que no necesitas un mayati para sentir placer en mi presencia.


-Eso también lo dirás por tí -le dijo sorprendida. Si la deseaba tanto como ella a él lo disimulaba muy bien.


Pedro apretó los dientes. Poner distancia emocional entre ellos le había parecido una buena idea, no había imaginado que ella se mostraría dolida. Seguramente sería su orgullo lo que había resultado herido. Acostumbrada a tener a los hombres rendidos ante su belleza y sensualidad, no debía de saber qué hacer con un hombre al que no podía manipular. Bien. No quería herirla, pero debía entender que lo que ella quería era exactamente lo que él no estaba dispuesto a darle. 


No iba a permitir que ninguna mujer le controlara. Aquello llevaba a la locura. Lo había visto en su hermano cuando lo controlaba Sandra. Su hermano, que había sido educado para reinar, que había sido siempre una persona fuerte. A Pedro le había dolido mucho verlo a merced de su mujer. Si aquel accidente no hubiera ocurrido... Recordó que su hermano le había dicho que era el hombre más feliz de la tierra con su segunda mujer. Tal vez debería ir más a menudo a comprobarlo con sus propios ojos. Se dijo que no podía ser, que nada había cambiado en palacio. Carla sí había cambiado. Había visto y experimentado suficiente como para saber que era capaz de dejarse llevar por la pasión y la ternura. Si decidía quererla, podría hacer que aquellas cualidades salieran a relucir, podría convencerla para que se quitara esa careta, que él empezaba a sospechar que llevaba para defenderse de la vida, y dejara a la luz su dulzura. No. Gonzalo había cometido el mismo error con Sandra. Hechizado por ella, creyó que cambiaría tras la boda, pero no había sido así. Pedro decidió que era mejor mantenerse en guardia.


-Nunca he dicho que te quisiera -dijo irritado por lo mucho que le estaba costando mantener la voz neutra-. Nuestro matrimonio no implica que nos queramos, solo que cumplamos con un contrato de mutuo acuerdo.


-Que me la envuelvan para regalo, por favor -dijo Paula con amargura-. Lo dices como si se tratara de una compra.


Su dolor conmovió a Pedro, que sintió ganas de abrazarla. No lo hizo.


-Los matrimonios reales suelen ser -así -dijo con cautela-. Mientras ambas partes salgan ganando, no veo ningún problema.


-Claro. Tu imagen sale ganando teniendo una mujer y unos hijos mientras tú tienes todas las aventuras que quieras. Tienes lo mejor de ambos mundos -acusó Paula.


-¿No es eso lo que tú quieres? -preguntó sintiéndose provocado-. ¿Acaso va a resultar que eres una romántica? ¿Sueñas con convencerme para que tengamos una vida casera feliz? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario