martes, 26 de enero de 2021

Juego De Gemelas: Capítulo 19

A Paula se le paró el corazón y le faltó el aliento. Isabel siempre había sido rápida. De niña, creía que tenía ojos en la nuca. ¿Cómo la había descubierto tan pronto?


-Me parece que te equivocas, Isabel. Es Carla, no Paula -dijo Pedro divertido.


Isabel frunció el ceño.


-Claro, siempre han sido tan parecidas que no hay quién las diferencie.


-Sí, son iguales físicamente, pero tienen una personalidad muy diferente, ¿Verdad Carla?


Paula asintió sabiendo que aquello no había sido un cumplido.


-Yo soy modelo y Paula es diseñadora de arreglos florales.


-No han cambiado tanto, majestad. De pequeñas, a Carla le gustaba pavonearse y Paula prefería hacerme preciosos ramos.


Pasaron a un comedor pequeño e informal, en el que había dispuesta una mesa redonda, con tres servicios. Los candelabros eran de plata y los cubiertos tenían el mango de jade. La vajilla era de una porcelana tan fina que parecía translúcida, con el escudo real. Paula se sentía como una condenada a muerte. Mucha gente seguía confundiéndola con su gemela. No podía ser que Isabel la hubiera reconocido. Aquella preocupación le impidió disfrutar del primer plato: finas lonchas de salmón marinadas en jugo de piña. Isabel no volvió a mencionar nada sobre el tema y Paula pudo empezar a disfrutar del encuentro.


-No puedo creer que seas tú -le dijo mientras les retiraban los platos.


-Creételo, preciosa. Solo hay una Isabel en Carramer y muchos piensan que es suficiente -le dijo acariciándole la mano.


-Serán antiguos alumnos que nunca llegaran a conocerte de verdad - admitió Paula riendo.


Isabel había sido una profesora muy dura, pero fuera de clase era una mujer maravillosa. Tenerla allí hacía que Paula recordara tiempos muy felices.


-Tardaste lo suyo en admitir que tenía ese lado. Cuando llegaron eran lo más indisciplinado que he visto en mi vida. Supongo que por haberlas criado en lugares salvajes con un padre más interesado en culturas muertas que en hijas vivas. ¿Cómo está Miguel, por cierto?


Paula vió que, a pesar de la crítica, Isola hablaba de su padre con cariño. Habría sido maravilloso que lo suyo hubiera salido bien, pero no había sido entonces y ya no podía ser.


-Lleva un tiempo viviendo en la Amazonia y no sabemos nada de él. Está estudiando los restos de una civilización que adoraba a las serpientes. Conociéndole, estará en la gloria.


-Típico de él. Si algún día vuelve al mundo civilizado, me gustaría hablar con él de vez en cuando.


-Se lo diré... cuando le vea -prometió Paula-. ¿Y tú qué? ¿Te casaste? ¿Sigues teniendo tu escuela?


-La respuesta es no a ambas preguntas. Después de tu padre no hubo nadie más y el colegio sigue existiendo, pero lo llevan personas más jóvenes. Cuando el príncipe Pedro se enteró de que me jubilaba, me pidió que me convirtiera en asesora de cultura de la corte.


Paula miró al príncipe, que hasta el momento se había mantenido fuera de la conversación.


-Isabel es la mejor para darnos a conocer culturas extranjeras y para que los extranjeros aprendan la nuestra -dijo alzando su copa.


-Por eso estoy aquí. El príncipe me ha dicho que necesitas un curso para refrescar nuestro idioma, historia y tradiciones antes de la boda.


Recordó la promesa de Pedro de que alguien la vigilaría cuando él no pudiera. Aun así, se alegraba de ver a Isabel. Estaba segura de que ella no sabía las intenciones de él.


-Su Alteza ha pensado en todo, como siempre -dijo Isabel mirándolo fríamente.


-De nada, querida -dijo Pedro alzando la copa.


-Para que lo domines para la boda, de ahora en adelante, solo hablaremos en Carramer -continuó Isabel bruscamente sin hacer caso de la tensión que reinaba en el ambiente-. Empezaremos cuando le parezca bien, Alteza. 

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