jueves, 7 de enero de 2021

Rivales: Capítulo 42

Le había dicho que sus planes para el rancho estaban casi terminados, de modo que no tardarían mucho en anunciar que su relación se había roto. No querían darle más carnaza a la prensa, pero tendrían que hacerlo. Y después, Pedro viviría en su rancho, con Carazzan, su preciado caballo. Estaría cerca de ella, pero tan lejos como si viviera en la luna. Y esa idea era como un cuchillo que le atravesaba el corazón. Aquello tenía que terminar. Era el momento de seguir adelante con su vida. Tenía que despedirse de Carazzan y aquel era un momento tan bueno como cualquier otro.  Los mozos de cuadra la miraron, sorprendidos. Paula abrió la puerta del establo donde guardaban al semental, pero Carazzan no estaba. Ninguno de los mozos sabía nada y la princesa ordenó que empezaran a buscar al animal inmediatamente. Una furia inmensa empezó a crecer en su interior. Pedro Alfonso había ganado la apuesta, pero nunca habría imaginado que se llevaría a Carazzan sin decirle nada. Cuando volvió a casa, lo encontró en su estudio.


-Deberías estar descansando.


-Eso es lo que tú querrías ¿Verdad?


-Lo digo por ti -dijo él, sorprendido por su actitud.


-¿No lo dices porque estando recuperada me convierto en un estorbo para tus planes?


Si Pedro estaba fingiendo la confusión que reflejaba su rostro, lo hacía muy bien.


-¿De qué demonios estás hablando? 


-Estoy hablando de Carazzan. Ha desaparecido.


-¿Cómo?


-He ido a despedirme de él y no está en el establo.


-Quizá uno de los mozos lo haya sacado a dar un paseo...


- O quizá tú no podías esperar un día más.


-Paula, te juro... -empezó a decir él, acercándose.


-¡No me toques! Me has manipulado desde el principio. Seguro que lo del compromiso también era parte de tu plan -replicó ella, sin poder contener la ira-. Siendo mi prometido, te quedas con las tierras, Carazzan y los privilegios del hombre que va a casarse con la princesa. No es mal negocio -añadió, dándose la vuelta para esconder las lágrimas-. Quizá tú le dijiste a Aldana dónde íbamos. Así, te verías convenientemente obligado a anunciar el compromiso. Un plan perfecto.


Pedro se quedó en silencio durante unos segundos.


-Deberías haber sido escritora. Tienes mucha imaginación.


-No lo niegas, entonces.


-¿Por qué iba a negarlo? De donde yo vengo, la gente es inocente hasta que se demuestra lo contrario.


-Si estás diciendo la verdad, ¿Dónde está Carazzan?


-¿Por qué no le preguntas a Aldana?


Paula se dió la vuelta, sorprendida.


-¿No creerás que ella tiene algo que ver con esto?


-Una mujer despechada y envidiosa es capaz de hacer cualquier barbaridad -contestó Pedro, descolgando el teléfono.


-¿Qué vas a hacer?


-Llamar a seguridad. No es fácil esconder un caballo como Carazzan.


Era lo que ella habría debido hacer antes de acusarlo de robar el semental, pensó Paula. Pero sus sentimientos por Pedro la tenían tan confusa que no había podido pensar con claridad.


-¿Qué hacemos ahora? -preguntó cuando él colgó el teléfono.


-Esperar.


A pesar de todo, Paula hubiera deseado poder echarse en sus brazos. Pero se contuvo, furiosa consigo misma. Si Pedro la estaba usando, sería mejor no hacer el ridículo más de lo que lo había hecho. Pero seguía deseándolo, necesitandolo, amándolo. 

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