martes, 14 de abril de 2020

Pasión: Capítulo 9

Paula se molestó al ver la condescendencia de Pedro Alfonso. Levantó la barbilla y trató de ignorar el olor tentador de la comida. Estaba muerta de hambre.

-¿Vas a dejarla ahí hasta que me la coma? ¿Como un padre testarudo? -le tuteó por primera vez.

Pedro se inclinó hacia delante desde el otro lado de la encimera. Paula hizo un esfuerzo para no retroceder.

-Yo no soy padre y no soy testarudo. Come.

Paula bajó la vista para no sentir esa mirada abrasadora y se encontró con un puré de patatas delicioso y un guiso de vegetales. Su estómago rugió. Desafiante hasta el final, se rindió en el último momento. Quitó la tapa del plato.

-Podría haber sido vegetariana, ¿Sabes? -empezó a servirse.

No quería sentirse observada, pero tenía demasiada hambre como para parar.

-Disculpa que no te haya preguntado antes -le dijo él un momento después.

Ella le lanzó una mirada rápida y el corazón se le cayó a los pies. Se estaba riendo de ella. Apartó la vista de nuevo rápidamente y se concentró en la comida. En cuanto sintió en la boca el primer bocado de aquella cena suculenta, supo que estaba perdida y lo devoró todo como un pobre hambriento que llevara semanas sin comer. Como salidos de la nada, un vaso de agua y una servilleta aparecieron a su lado. Paula se limpió la boca y bebió un buen trago. Solo entonces se atrevió a mirar de nuevo a Pedro. Él la miraba fijamente, la observaba. Ella sintió vergüenza rápidamente y se limpió la boca.

-¿Qué? ¿Me he manchado?

-¿Cuándo fue la última vez que comiste? -él sacudió la cabeza. Su voz sonaba dura.

Por un momento, Paula no pudo recordarlo. Jugueteó un poco con el plato y murmuró algo.

-Ayer. A la hora de comer -le dijo, aunque en rea lidad sabía que llevaba días sin comer bien.

-¿Dónde vives?

De repente la cruda realidad la golpeó de lleno. Se sonrojó y rehuyó su mirada.

-Paula. -le dijo él en un tono de advertencia.

Ella sintió que el estómago le daba un vuelco al oírle pronunciar su nombre. Era tan íntimo. Lo miró a los ojos y se puso erguida. No podía caer más bajo. A lo mejor si sabía lo inofensiva que era en realidad, la dejaba marchar sin más.

-Vivía en Bethnal Green hasta esta mañana. Pero perdí mi trabajo hace dos días y no quisieron pagarme lo que me debían. Hoy no pude pagarle el alquiler a mi casero, así que me sugirió que se lo pagara de otra manera.

Paula tembló al recordar aquella cara sudorosa, esas manos que la agarraban, el aliento pestilente. Antes de que pudiera reaccionar, Pedro se había movido hacia ella. Sintió que le agarraba la mano derecha. Empezó a examinar sus nudillos enrojecidos e irritados. Ella lo había olvidado. Al sentir el roce de sus dedos, hizo una mueca. Todavía le dolía mucho.

-¿Le golpeaste? -le preguntó él de repente, mirándola.

Ella se encogió de hombros, molesta consigo misma.

-Me estaba acorralando en un rincón. No tenía escapatoria.

-Supongo que tengo suerte de que no me hayas asestado un puñetazo a mí también.

Ella apartó la mano rápidamente. Empezaba a sentir un cosquilleo intenso.

-Dejé las maletas en la estación de Victoria. Debería ir a recogerlas y buscar un sitio para pasar la noche.

Se bajó del taburete y echó a andar, como si hubiera olvidado por qué estaba allí. Él siguió observándola con los brazos cruzados.

-Ya te dije antes que ni siquiera llegarás al piso de abajo si intentas escapar.

-No puedes retenerme aquí. Eso sería secuestro. Solo vine al despacho de Gonzalo para intentar encontrarle. Eso es todo. De verdad que no tengo ningún motivo oculto. No me llevo nada y no sabía nada del dinero.

Pedro miró a la mujer que tenía delante. El mundo entero había empezado a girar alrededor de ella desde el momento en que la había visto en el ascensor. Un momento antes, cuando le había agarrado la mano y había visto esos nudillos machacados, había sentido una rabia incontenible al imaginarse a ese hombre sin rostro que la había amenazado.

-¿Por qué perdiste tu trabajo? -le preguntó, para ahuyentar esos pensamientos tan peligrosos.

-Tuve algún problema que otro con unos clientes -ella cerró los puños.

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