martes, 28 de abril de 2020

Pasión: Capítulo 28

Paula estaba demasiado dormida como para poder pensar con claridad. Y no quería hacerlo, no cuando se sentía tan segura en los brazos de Pedro. Sabía que debía luchar contra algo, pero no tenía fuerzas para averiguar qué era. Sintió que él la dejaba sobre una superficie suave y entonces notó que algo sedoso y delicioso caía sobre ella como un manto. Le quitaron los zapatos. Y entonces la cama se hundió un segundo y sintió la caricia de un beso en la frente. El roce fue tan sutil, que ni siquiera estaba segura de que hubiera sido un beso. Un rato más tarde, se despertó, totalmente desorientada. Había un sonido constante en sus oídos. Al espabilarse, se dio cuenta de que era el murmullo del motor del avión. Miró a su alrededor, boquiabierta. Estaba en un dormitorio, en un avión. Echó atrás las mantas y se volvió hacia una de las ventanillas. Podía ver la luz del sol, la curvatura de la Tierra, las montañas nevadas. Nunca había visto nada tan espectacular.

Se levantó del todo y se estiró. Trató de entender cómo había llegado a estar tumbada en la cama. Recordaba estar en los brazos de Pedro, un beso. Frunció el ceño. A lo mejor solo había sido un sueño. Ya no le dolía que no confiara en ella. Era evidente que no habría forma de hacerle confiar. Su hermano había desaparecido junto con un millón de euros, y ella parecía culpable por haber ido a buscarlo. Trató de ahuyentar todo pensamiento nocivo y miró a su alrededor. Había un cuarto de baño dentro del dormitorio, con toallas gruesas, una bañera y una ducha. Se sentía pegajosa y cansada, así que aprovechó la oportunidad para darse una ducha. Al salir, con una toalla enroscada alrededor de la cabeza, se fijó en varias bolsas y cajas de compras. No pudo resistir la curiosidad, así que fue a ver qué contenían. Era ropa de mujer. ¿Para ella? Se vistió rápidamente, con sus propios vaqueros y una camisa que sacó de su maleta, y fue a buscar a Pedro. Cuando abrió la puerta, todo estaba en silencio, las luces atenuadas. Solo había visto a un único auxiliar de vuelo, un hombre. Se imaginó que debía de estar durmiendo en algún sitio. No podía verlo, así que avanzó por el pasillo. De repente se detuvo. Él estaba dormido en su asiento. Tenía un brazo en el aire, y el otro sobre el pecho. Parecía tan joven. Se sentó en el brazo del asiento opuesto y contempló su rostro. Parecía mucho más accesible mientras dormía. De pronto él se movió y ella se puso en pie de un salto. Poco a poco él empezó a despertarse.

-Lo siento. No quería despertarte.

Para sorpresa de Paula, Pedro parecía totalmente desorientado, pero no tardó en recuperar la compostura habitual. Le agarró la muñeca y tiró de ella. Aterrizó sobre su pecho y, antes de que pudiera protestar, él le rodeó la cintura. Empezó a meterle las manos por dentro de la camisa, buscando su piel.

-Pedro. Para -sus palabras sonaron susurradas, faltas de seguridad.

Pero él le hizo caso. Se detuvo. La miró durante unos segundos.

-¿Por qué tienes un pasaporte nuevo entonces?

Paula aguantó la respiración durante unos segundos. Buscó alguna señal que le dijera que él no la estaba tomando en serio. Soltó el aliento bruscamente.

-Te reirás de mí.

-Ponme a prueba.

Paula trató de echarse atrás, pero Pedro la agarró con más fuerza, de forma que terminó pegada a su pecho, sentada sobre su regazo. ¿Cómo iba a concentrarse cuando podía sentir cómo se endurecía contra ella? Bajó la vista, esquivando su mirada, como si eso fuera a ayudarla a concentrarse. Jugó con un botón de su camisa. Ella respiró hondo.

-El motivo por el que tengo un nuevo pasaporte es que siempre he querido viajar, desde que era pequeña. Me hice el pasaporte en cuanto pude, aunque no tuviera intención de ir a ninguna parte. Me lo renové hace poco. Simplemente me gustaba la idea de tenerlo, para poder irme en cualquier momento. Me parecía romántico. como si existiera un mundo de oportunidades que algún día podría explorar -miró a Pedro un instante, pero no fue capaz de descifrar la expresión de su rostro. Nunca se había sentido tan expuesta. Bajó la vista de nuevo.

-Es una tontería. Lo sé.

Pedro sabía muy bien lo que quería decir. Nada más tener en la mano su primer pasaporte, también había tenido esa sensación, como si el mundo se abriera ante él. Se había marchado de Italia y no había vuelto a mirar atrás. Le sujetó la barbilla y la hizo levantar la cabeza. Trató de ocultar la emoción que sentía con la única arma que tenía. La pasión.

-Muy bien.

-¿Bien? -le preguntó, mirándole.

-Te creo -le dijo, no sin reticencia.

Paula se sintió como si el corazón se le hinchara en el pecho. Todo ese dolor, toda esa rabia se disolvió. Maldijo a Pedro, sabiendo que si él se empeñaba en no creerla, lo tendría mucho más fácil para lidiar con él.

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