En el jardín había una hermosa rosaleda y un cenador. A la izquierda, una piscina con una valla de seguridad.
–¡Camila! ¡Ven a saludar a Paula!
–¡Paula! –gritó la niña, corriendo hacia ella con su habitual alegría–. ¡Has venido!
–No me perdería tu fiesta por nada del mundo.
–Éstos son mis amigos –dijo Camila, recitando un montón de nombres que Paula no sería capaz de recordar.
–Qué bien. Han venido todos.
–Luciana está aquí –sonrió Pedro, poniendo una mano en su cintura.
Para alivio de paula, reconoció algunas caras: el comisario, Mariana Tucker y Pablo Gray Feather… Y sentados en un banco, vigilando a los niños, estaban Darío y Bernardo, tonteando con la señora Davis y la señora White.
–Les presento a Paula Chaves–dijo Pedro. Pero en ese momento sonó el timbre–. Tengo que ir a abrir. Sírvete lo que quieras.
–Gracias.
Luciana se levantó y la llevó hacia la mesa donde estaban colocados los refrescos.
–Me alegro mucho de que hayas venido. Camila no para de hablar sobre tí desde el día de la feria.
–Me alegro de que lo pasara bien. Bueno, la verdad es que los tres lo pasamos bien.
–Lo sé. Y me asombra. Jimena murió poco después de que Camila naciera y desde entonces mi hermano asocia esas dos fechas…
–Ah, claro.
–Intenta poner buena cara, pero la verdad es que lo pasa fatal. Pero tú se lo has puesto más fácil este año. Gracias.
–Bueno, me alegro de haber podido hacer algo.
–Yo también. Y eso no es todo –siguió Hannah, apretándole la mano–. Más tarde, yo tengo que hacer un anuncio.
–Enhorabuena –sonrió Paula–. Me alegro muchísimo por tí.
–Estás siendo muy buena para todos nosotros. Especialmente para Pedro. No lo había visto tan contento en mucho tiempo. Sé que le gustas, además.
–Luciana, no te equivoques. No hay nada entre tu hermano y yo.
–No le hagas daño, Paula –siguió la hermana de Pedro, como si no la hubiese oído–. Es más vulnerable de lo que aparenta. Controlarlo todo es tan importante para él que quiere parecer invencible, pero no lo es.
–Lo sé. Me he dado cuenta de que necesita tenerlo todo bien sujeto.
–Siempre ha sido un hombre muy fuerte, un líder, pero su necesidad de control aumentó tras la muerte de Jimena. Igual que cuando mi padre murió. Incluso intentó que yo no fuera a la universidad –Luciana se mordió los labios, como si temiera estar revelando secretos familiares–. Es como si teniéndolo todo controlado pudiera evitarnos el sufrimiento.
–No quiere perder a nadie más, supongo.
–Sí, eso es.
–En fin, cada uno se enfrenta al dolor a su manera.
–Me alegro de que lo entiendas –sonrió Luciana–. Además, creo que tú eres lo que Pedro necesita. Me alegro mucho de que te haya conocido.
Pedro reapareció poco después.
–Qué raro. Eran Leticia, Francisco y los niños. Pero han dejado los regalos y se han ido.
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